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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

EL referéndum sobre Ucrania

El festival de Eurovisión congrega a una audiencia nada sospechosa, pletórica de clases medias y donde la mayoría de espectadores sería incapaz de trazar la línea del frente ruso en la invasión del país vecino. Me consta, porque soy uno de los siete millones de convocados en España. Desde esa perspectiva desenfadada, los cuatrocientos votos del público que proyectaron a la canción ucraniana hacia el triunfo se erigieron en un espontáneo referéndum popular, de veredicto masivo. Sin necesidad de desgastarse con una campaña tediosa, y con los discursos de los políticos sustituidos por el baile de Chanel, digno del Crazy Horse.

Recién iniciada la guerra, Boris Johnson declaró que era la crisis internacional de más claro alineamiento sin riesgo de error, a favor del invadido. A pesar del lirismo del Papa Francisco poetizando sobre «los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia», la burguesía europea no mostró vacilación alguna en su voto categórico. Aunque estaba vedado apostar por el país propio, no puede descartarse que el patriotismo continental hubiera propulsado a Ucrania por encima de las naciones de procedencia de las llamadas. La decisión aplastante contrasta con la cicatería de los jurados profesionales, que se enredaron con veleidades pseudoartísticas como si la guerra no se hubiera adueñado de la realidad.

Pese a los encomiables esfuerzos patrióticos, cualquier lectura de Eurovisión que no desfile por el referéndum ucraniano es decepcionante. Hemos llevado a cabo una revolución democrática y otra tecnológica, para desembocar en un festival apolillado. Hasta la prensa más campanuda abusa del término «histórico» al redimir un tercer puesto, cuando España ganó el certamen por dos veces consecutivas en los años sesenta de Franco, con las voces femeninas de Massiel y Salomé. La letra de explotación de la mujer le hubiera cuadrado a aquella época gris y, como rasgo de modernidad, ahí está la naturalidad con la que se aceptan términos en un idioma distinto del castellano, siempre que sea inglés y no gallego, catalán o vasco. La otra ganadora del Eurovisión ucraniano fue la sublime Gigliola Cinquetti, que sesenta años después Non Ha l’Età.

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