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Matías Vallés

Limón & vinagre | Íñigo Errejón (Diputado, presidente de Más País)

Matías Vallés

Limón & vinagre | Íñigo Errejón: El chulapo de Demasiado Madrid

Íñigo Errejón saluda a Yolanda Díaz en la Pradera de San Isidro (Madrid), este pasado domingo. EFE

Íñigo Errejón se encuadra con quienes leen no sé qué de cookies en la página web, y aprietan de inmediato «Aceptar todo». Acatar todo. La competición por ser más madrileño que nadie es otro triunfo de Isabel Díaz Ayuso, en la que participa gozoso el diputado y presidente de Más País, tocado al menos en tres ediciones con la gorra de chulapo en la Pradera de San Isidro. En 2017 lo acorralaron incluso en un chotis, con una ejecución que desde luego no le ganaría un puesto en el cuerpo de baile de Chanel.

Ni siquiera los líderes catalanes, por consignar la identificación más rabiosa entre patria y folklore, se sienten obligados a empotrarse una barretina o el decorado floral que Yolanda Díaz considera inevitable para concederle un toque racial a su abrazo con Errejón, con la vicepresidenta de fulcro entre Más País y Podemos. Son dos víctimas propiciatorias de una política enloquecida y engalanada, que comprime a España como si fuera toda ella un gigantesco apéndice madrileño.

El mimetismo rabioso del tímido Errejón surte un efecto contrario al esperado. En la actualidad hay una quincena de circunscripciones electorales, a veces llamadas provincias, que cuentan con diputados autóctonos en el Congreso. La cifra va en aumento, según demuestran los comicios de Castilla y León. La sobreabundancia de partidos que no tienen su sede en Madrid conllevará un federalismo de hecho, más poderoso que el asimétrico. Sin menospreciar el poder de asimilación de la capital.

Errejón se presenta antes por Más Madrid que por Más País, que no es ampliación sino exportación de la empresa madrileña que le arrebató a Manuela Carmena cuando se quedó huérfano de Podemos. El invento estatal debió titularse Demasiado Madrid, porque los votantes no cayeron en la trampa. Los muy escasos tres diputados y un senador de su empresa estatal demuestran que el electorado es refractario a las rupturas. Amaban al empollón aniñado cuando mantenía las tesis contrarias a Pablo Iglesias en una misma conjura, igualaron su éxodo a una traición.

Errejón insistía en mantener juntos a «los dos», cuando su matrimonio político con Iglesias estaba irremisiblemente fracturado.

El diputado superviviente tildaba a su enemigo inseparable de comunista clandestino, el zaherido le devolvía el dardo de peronista camuflado. Ambas acusaciones son ciertas, y las llagas distan de estar curadas. De acuerdo con su carácter conciliador, Errejón eleva su libro tedioso Con todo a angelismos bizantinos, para no atacar a su antiguo número uno.

Tampoco Iglesias «liquida», que diría María Teresa de Cospedal, a Errejón en las falsas memorias que debió titular Verdades a la carta. Sin embargo, y una vez que Aimar Bretos ha llevado a cabo una disección impecable de la sentencia absolutoria y del juicio innecesario al líder de Más Madrid por una patada imposible de compaginar con su biografía, el exvicepresidente del Gobierno se limita a un desdeñoso «me alegro por él». Tú también, Bruto, hasta aquí sangra la herida del juicio perdido por el acoso a los hijos habidos por el dimitido con Irene Montero.

Incluso Madrid es una realidad limitada y sobre todo, España está en otro sitio. Los políticos madrileños, que son todos, sienten más fijación por Díaz Ayuso que la madrastra de Cenicienta por su espejo. Si leyeran los barómetro del CIS, repararían en que la mayoría de habitantes del Estado no se toman a la dicharachera en serio, lo cual incluye a los votantes del PP. Sin embargo, la presidenta madrileña no solo acabó con personajes secundarios como Martínez Almeida o Pablo Casado. También sentenció a Iglesias cuerpo a cuerpo, y a Errejón al colocarlo de segundón de Mónica García en votos a la comunidad.

El futuro no ha acabado, pero Errejón es hoy el líder político mejor situado para perder unas elecciones, el alumno superdotado que nunca llegará a profesor superdotado. Para averiguar si la gorra pichi con visera corta y pata de gallo puede alterar su destino, es obligatorio refugiarse en el dictamen de un nacionalista superado, alguien que haya abdicado de las onerosas exigencias de la causa. Pongamos que el escritor vasco Bernardo Atxaga, recién interrogado al respecto:

-¿Madrid ganará la batalla literaria a España?

-Hay una novedad, Madrid ha mudado en la nación central, ha tomado un giro nacionalista de libro, delirante y peligroso por la concentración de poder mediático. Esta transformación parece teorizada por los falangistas bilbaínos de antes de la Guerra.

Íñigo Errejón saluda a Yolanda Díaz en la Pradera de San Isidro (Madrid), este pasado domingo.

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