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Javier Cuervo

Artículos de Broma

Javier Cuervo

Primero de geopolítica

La primera lección de geopolítica la aprendí en Eurovisión. Como todos los jóvenes y todos los mayores de hoy y bastante menos los afortunados medianos que, durante años, no atendieron a este festival cantor, plumífero, pajarero. Aquella lección geopolítica era muy nacionalista, como ahora. Entonces no se quería a España, no había manera de entrar en el Mercado Común, aunque a los alemanes les gustaba veranear aquí con tanto sol y tanta alegría a tan bajo precio. «¡Que viva España!». Inglaterra nos odiaba, Francia nos despreciaba, el fraterno Portugal nos votaba. La victoria del La, la, la fue como recuperar el Peñón.

Vuelve ese nacionalismo hacia dentro en el que no importa tanto cuál es la canción como que es nuestra canción y a cada representante se le añade el «de España» como apellido. Toda canción única llega a himno, aunque sea por unas horas. «Lo nuestro», dicen los que creen que «tienen algo», que cantan bien, que meten goles, que ganan siempre en tierra batida y que desconfían de los que no comparten incumbencia. La mucha audiencia se dobló a la hora de las votaciones, cuando se siembra y crece el nacionalismo que ve al vecindario como enemigo y los niños desaprenden Europa. En los medios salen las listas (blancas y negras), de los que nos dan 12 puntos y de los que nos dan 0.

Al tiempo, el pueblo votó y dio la victoria a Ucrania, que perderá el Donbás pero ha ganado Eurovisión. La oficialidad, por su parte, no se la juega por el gas y paga la guerra al invasor y al invadido, no quiere nada con la Federación Rusa y en seguida contará con 1.340 kilómetros más de frontera en Finlandia. Las fronteras son cicatrices que duelen a cada lado, zonas intersticiales en las que se la juega el nacionalismo porque es donde más se parecen geográficamente los países y donde más se diferencian políticamente. La frontera es un hachazo en mitad de las identidades.

Ahora tenemos la frontera más cerca, sin área de neutralidad, sin tierra de nadie política, sin suspensión en caso de baches. ¡A por la tercera!, que va la vencida.

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