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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

El desarraigo popular hacia los políticos

Mi profesión, sociólogo, me condujo desde la Transición (década de los 70) a la realización de encuestas electorales con distintas empresas y diferentes colaboradores. Les aseguro que los resultados que entonces se obtenían (porcentajes, diputados, valoración de los líderes y un largo etcétera) con anticipación de seis meses solían aproximarse a los resultados definitivos. En cambio ahora con mejores, con técnicas telemáticas y otros avances, el nivel de acierto es notablemente inferior. ¿Cuál es el motivo?

El CIS, el Centro de Investigaciones Sociológicas, acaba de publicar los resultados referidos al estado de los ciudadanos frente a la situación política y de los políticos. El 90,4% de los españoles está harto de la crispación política, quieren rebajar la tensión y exigen a los partidos que lleguen a pactos de Estado en asuntos clave para el ciudadano, como el precio desbocado de la energía y la violencia contra las mujeres. Un 62,5% de los encuestados culpa sobre todo a los políticos.

Según expertos, tal desarraigo de los partidos políticos clásicos, que pierden representatividad y capacidad de gestión, son sustituidos por nuevas «formas» representativas. Tal coyuntura se produce en buena parte en regímenes de democracias representativas. En España Podemos en el ámbito de la izquierda y Vox en la derecha. Pero la realidad es más compleja.

Es inevitable referirnos a la gran crisis financiera de carácter global del 2008. Todos los avances socioeconómicos alcanzados como el surgimiento de las clases medias y la extensión de unos índices notables de bienestar entran en crisis. Tal crisis en «teoría» se fue superando (¿) en los contextos macroeconómicos y macroempresariales pero no en los ámbitos (pymes y autónomos). Fueron apareciendo diversos y amplios movimientos sociales (15M), que fueron adoptando nuevas «formas» de representación política a las clásicas. En España, el marco político y la oferta electoral se amplió: Podemos en el ámbito de la izquierda, Vox en la derecha, y Ciudadanos en la ambigüedad. Desaparecen el bipartidismo y las mayorías absolutas.

Las «nuevas» organizaciones políticas han ido obteniendo presencia electoral significativa e incluso relevante. No han conseguido dar el «Sorpasso» ni al PP ni al PSOE, pero las formaciones clásicas, con unos parlamentos plurales, han tenido que pactar con los «nuevos» partidos e incluso compartir mayorías con organizaciones soberanistas vascas y catalanas sin renunciar a sus hábitos populistas. Más aún, forman parte de gobiernos de coalición, léase gobierno español (PSOE/Podemos) y en múltiples administraciones autonómicas y/o municipales. No todo han sido éxitos, pero tampoco fracasos.

Según una encuesta recién realizada por 40dB y publicada en El País y Cadena Ser, el marco político de los socialistas retrocede por la espiral inflacionista, y el PP toma impulso tras la llegada de Feijóo. Lo que invierte la tendencia que ambos tenían manteniendo desde principio de año. Aprieta mucho más la disputa por la primera plaza en unas hipotéticas elecciones y propulsa las expectativas del bloque de la derecha. Otra señal de que vivimos tiempos políticos que transcurren a toda velocidad. Si hoy por hoy se celebraran con solo dos de los cinco principales líderes políticos que compitieron en los comicios de 2019, Pedro Sánchez y Santiago Abascal repiten, pero no lo hacen ni Pablo Iglesias, ni Pablo Casado, ni Albert Rivera. Desde entonces, han entrado dos nuevos líderes: Yolanda Díaz y Alberto Núñez Feijóo. En los partidos minoritarios, que pueden ser decisivos a la hora de formar mayorías, podría haber cambios relevantes.

«Son muchas las cualidades y defectos. Querido conocer cómo se percibe a estos líderes en cuanto profesionales de la política, pero también con qué rasgos personales se les identifica. A Grandes rasgos. Yolanda Díaz: honrada, buena persona, preparada, comunicativa, pero hoy por hoy sin partido; Feijóo: capaz, preparado, inteligente, moderado (etcétera). Más allá de esta caracterización en la que ella conecta con lo emocional y él con lo racional, Yolanda Díaz se impone también como líder transformadora y representa la capacidad de cambio, mientras que Feijóo lo hace como líder conciliador, cualidad relevante en tiempos de polarización. Frente a ellos, Abascal se erige como el líder malo: intransigente, soberbio, autoritario y frívolo. Solo se le reconocen dos atributos positivos: fanfarronería y determinación» ( Belén Barreiro 4dB).

¿Qué sucede con Pedro Sánchez? Se le reconoce un cierto carisma. El carisma es un concepto escurridizo, que el sociólogo M. Weber trató de analizar. Frente a la autoridad legal y a la tradicional, la carismática se asocia a la persona. Así, el líder carismático posee cualidades únicas, que le distinguen claramente del ciudadano común. Conecta con el pueblo, identifica sus preocupaciones y las transforma en un proyecto político, mostrando una especie de don natural para dirigir los asuntos públicos. Mientras sus adversarios lo califican de egoísta, pésimo gobernante…).

«Ni suman ni restan. No es una simple cuestión de aritmética, ley electoral o anhelos de algunos. Los votantes no pertenecen a una marca o a un líder» (J.M. Sanmillán.electocracia.com). El futuro electoral no está escrito, ni aquí ni acullá. Ganarse el arraigo electoral de los ciudadanos implica menos discursos y más escuchar. Menos descalificaciones e insultos al adversario; y más respuestas comprensibles a los problemas reales de la ciudadanía.

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