Diario de Mallorca

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Alex Volney

The magnificent Eigth

Joe Strummer.

20 años sin John Graham Mellor. «Lo mejor de haber nacido en Turquía es que no me llegaron a bautizar». Irrepetible autor que llenó de contenido a la banda The Clash. El primer rap contemporáneo es suyo y es de 1980 en el disco Sandinista parodiando la estética del western alternada con la represión planetaria.

Antes que el G-7 fuera el G-8 y se incorporase Rusia y la barbarie se instalase de nuevo en Europa. Las masacres contra la sociedad civil y el ascenso de los nuevos fascismos, la nueva militarización del continente paralela a la desafección y el hastío. La cesión de casi todo su tradicional espacio por la izquierda. La desmovilización sindical ante la vergüenza de casi todos los sindicatos y sus secuaces untados que a la intemperie han ido dejando a las trabajadoras y trabajadores. Y todavía necesitan analistas para diseccionar el taylorismo ideológico presente.

El patrón se va repitiendo. De libro, pero el fantasma de la mayoría desafecta deja paso y barra libre a los fantasmas de verdad que son aquellos que no respetan ni a los muertos.

A 70 años del nacimiento de Joe Strummer. El mismo que el 1985 dejó un rato la guitarra y cogió pico y pala para ir a buscar los restos del poeta fusilado. En 1979 había incluido en su histórico London Calling aquel tema medio himno, medio homenaje: Spanish bombs un guiño de los Clash al Frente Popular Antifascista.

Era la política de la mano del arte. Si algo es tímidamente comparable por el detalle, nos podríamos acercar, en otro ámbito musical, al Violética de Nacho Vegas y su Corazón helado interpretando un poema de los maquis hermanos Caxigal. Al otro lado un auténtico revival de fantasmas huidos de sí mismos, segundas versiones o directamente plagiadores de todo aquello que se mueva con algo de talento y desde fuera. Cualquier tema de la irrepetible banda de Strummer atropellada por los imitadores hispanos con mucha jeta y pocos escrúpulos. El arte en su zozobra y el regreso a los fantasmas. Al G-8 económico y sus torpezas imperdonables le salió un hermano, algo muy parecido a un mediocre G-8 pero de lo artístico y musical. El arte y la política nunca tan unidos, nunca tan alejados del sentir de las gentes. Don’t stop!

Los Ramones. Barcelona 1988. Con considerable retraso se hacían esperar ante las quejas y los silbidos de las masas en Barcelona. Humo a contraluz y las siluetas recortadas en su aparición a ritmo de Spaguetti western, el gran Morricone para ilustrar la inminente zozobra, lenta pero implacable de los últimos decenios del veinte. Se iba cocinando la involución. Y no hay nada más duradero que los cambios cociéndose a fuego muy lento, ni nada más estéril que las sangrientas revoluciones. Miren al Este y el sufrimiento de sus gentes en los dos últimos siglos.

Puede que inconscientemente, tal vez, el G-8 ha ido condimentando, paso a paso, el plato que al final se ha servido totalmente frío. Mientras la izquierda no está ni se la espera. Ni entra, ni sale. No paran de repetir lo bien que lo está haciendo la UE. Enhorabuena señoras y señores. El G-8 se había doblegado, el 2013, ante V.Putin y su intervención en Síria abandonando a la resistencia kurda y mirando hacia otro lado. Magnificencia absoluta para el reajuste mundial que lógicamente lo pagan los de siempre. Sobra ruido y urgen nuevas bandas sonoras. Cuando el nihilismo se desvanece aparecen, alrededor, las viejas tribus de siempre con sus taparrabos ideológicos y sus tambores.

Should i stay or Should I go?

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