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Ángela Labordeta

Censores tiene la vida

Cuando alguien decide censurar algo lo hace para evitar que eso, sea lo que sea, se vea, se escuche o pueda ser leído. La primera censura se ejerce en las casas, en el entorno familiar, cuando los padres censuran ciertas actitudes o comentarios de los hijos que estos a su vez censuran de sus mayores. Es una censura que tiene su límite en ese núcleo y no genera mayores problemas ni siquiera a los vecinos de la casa de al lado, porque las normas de esa censura no traspasan las paredes de la vivienda y en cada una de ellas se ejerce una censura que no tiene porqué identificarse con la que se ejerce en el piso colindante.

La segunda censura que hemos padecido durante años y padeceremos durante años y años es la ejercida por los gobiernos, mayor censura cuanto más totalitario es el gobierno y censura total cuando hablamos de las dictaduras. En España la dictadura de Franco nos trajo todo tipo de censura: sobre qué leer, qué escuchar, qué decir, qué ver, qué pensar y si algo no era compatible con el régimen simplemente se procedía al secuestro y así el disco o el libro desaparecían y era como si nunca hubieran existido y eso dejaba en paz a los censores, tipos grises de sonrisa escueta, que una vez más habían conseguido imponer el orden ante los impíos masones y revolucionarios. La censura, desgraciadamente, tiene mucho que ver con la muerte y no solo con la muerte del pensamiento y de la libertad, sino también con la muerte física que se impone cuando el censor considera que una vida no está justificada y se puede acabar con ella y se debe acabar con ella argumentando razones del todo irracionales.

La tercera gran censura se ejerce en nombre de las religiones del mundo que son autosuficientes para considerar qué está mal y qué bien, qué es culpa y qué pecado, cuándo es preciso castigar y en qué momentos hay que perdonar y así con esas normas que ellos han dispuesto nos censuran a diario y nos hacen cargar con el pecado de sabernos diferentes que no peores, pero sí diferentes y la diferencia es siempre censurable porque da miedo y no se entiende.

Hace tan solo unos días el ayuntamiento de Zaragoza, por exigencia de Vox, censuró la portada de un disco eliminándolo de su página web. La razón que los concejales de Vox dieron es que resultaba inadmisible el diseño de la portada al aparecer una jotera meando en la calle en claro homenaje a la portada de un disco del legendario grupo Ixo Rai!, que nunca fue censurada. La censura oculta a sí misma sus motivos, porque ese disco se retiró no solo por el diseño, también porque no querían que se leyera el título escrito en aragonés en homenaje a todos aquellos que en Aragón hablan y luchan por su lengua.

La censura debilita a los censores y a sus cómplices, que en clara ofensa por haberse sentido ofendidos niegan el arte, ensucian la palabra y ultrajan al hombre y a la mujer libres.

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