Eran las 16:00 horas del miércoles 17 de abril de 1996. Cerca de 1.500 personas estaban acampadas en el lugar conocido como «El Dorado do Carajás». Sudeste del Estado de Paraná. Brasil. El objetivo era marchar hasta la ciudad de Belem, capital del estado, y conseguir que el gobierno brasileño aplicara su propia ley de reforma agraria y ejecutara la expropiación de la hacienda improductiva de Macaxeira. Los campesinos fueron cercados por policías procedentes del cuartel de Parauapebas y del batallón de Marabá y comenzó una carnicería que acabó con 21 muertos y 79 heridos, todos ellos campesinos y campesinas.

Desde esa fecha, la Vía Campesina, el movimiento internacional que puso en el tablero político el concepto de soberanía alimentaria, nos invita cada año a recordar, reconocer, celebrar y visibilizar, todas las luchas campesinas de este mundo. Quizás a algunos lectores les asuste, o quizás les incomode la palabra «lucha». Les aseguro que es una palabra muy cercana a la realidad con la que enfrentan cada día los 2.000 millones de personas que la FAO identifica como agricultores y agricultoras familiares, campesinos, campesinos sin tierra, o pastores que dedican su día a producir alimentos.

En 2001, cinco años más tarde, tuve el honor de ser invitado a participar como jurado del «Tribunal Internacional de los Crímenes del Latifundio» que el «Movimento Sem Terra» organizó ante la falta de voluntad política para esclarecer los hechos y condenar a los máximos culpables de la masacre. Dos semanas recogiendo testimonios durísimos de campesinos y campesinos cuyas vidas eran una completa radiografía de la vulneración de los derechos humanos. Ha habido otros lugares y momentos. El Chaco Argentino en los 90. Varias misiones internacionales para recoger las vulneraciones de los derechos de los campesinos como fue la de Haití en el año 2006. Conocí una República Dominicana oculta a los ojos del turismo y en la que pude reportar personalmente, 79 conflictos por la tierra en los que los campesinos y campesinas eran expulsados de sus fincas, sus propiedades e inversiones destruidas, apresados y encarcelados sin juicio, y todo ello a pesar de contar con títulos acreditativos de la propiedad de la tierra expedidos por el Instituto Agrario Dominicano. He conocido directamente el impacto del acaparamiento de tierras en África por las grandes corporaciones chinas, japonesas o brasileñas buscando extender su frontera agraria más allá de sus propias fronteras nacionales, como el caso de PROSAVANA, 14 millones de hectáreas a lo largo del Corredor de Nacala atravesando las provincias de Nampula, el norte de la provincia de Zambézia y la provincia de Niassa en Mozambique. Esta es parte de mi experiencia y es la que trato de poner en perspectiva y no olvidar cada día aunque mis funciones cotidianas sean otras. No es solo que lo digan la totalidad de los informes de organismos internacionales, la experiencia concreta te muestra de manera increíblemente visible y dura como los agricultores y agricultoras en todo el mundo cumplen con su función social y económica a pesar de todas las dificultades que enfrentan.

Los lectores pueden pensar que las luchas campesinas en Europa se sitúan en otro registro, pero son igual de sustanciales al objeto de la conmemoración. En el contexto de una Europa marcada por la guerra en Ucrania, la Vía Campesina Europa lanza sus demandas a la propia Unión Europea y seguro que las reconocen porque son parte del discurso que nuestros payeses de Balears nos recuerdan de forma habitual. Precios que cubran costes de producción y garanticen unos ingresos justos, un marco político sólido para reorientar las políticas europeas hacia la soberanía alimentaria, reconsiderar los efectos de las posiciones de negociación comercial en relación a los productos agrarios, políticas que faciliten una transición justa hacia la agroecología y compromiso real para abordar la actual crisis medioambiental. Las luchas campesinas son reales aquí y ahora.