Lo que no se escribe no existe, lo que no existe no se puede medir y lo que no se puede medir no se puede mejorar. William Edwards Deming, gurú de la Calidad como modelo de gestión y auspiciador del concepto «en Dios creo, a los demás les pido datos» sintetizaba en su frase, la máxima del sistema que abre este párrafo.

Los datos, a la hora de tomar decisiones son elementos objetivos, que a priori minimizan apreciaciones personales. Sin embargo, con demasiada frecuencia son utilizados para autopromocionarse o encubrir deficiencias cualitativas.

Estos meses, la Policía Local de Palma ha generado, entre otras, tres noticias numéricas publicadas en Diario de Mallorca. El 26 de enero, la presentación de 15 nuevos coches patrulla híbridos. El 3 de febrero, los indicadores de resultado sobre las multas interpuestas a bicicletas y vehículos de movilidad personal (patinetes) el pasado año, 1.482 en total. Y el mismo día, se dio cuenta de la práctica de dos grandes controles, ya en este año, que arrojaron un saldo de 28 denuncias a bicis y patinetes.

Sobre la presentación de los quince vehículos policiales híbridos, sería conveniente considerar que sus 60 neumáticos no deberían sustituir a treinta pares de botas, mojadas y sucias de barro y polvo por caminar. Cuyas suelas manchadas de excrementos suelen desgastarse al detenerse e iniciar la marcha como consecuencia de atenciones directas a ciudadanos. Poseen las botas, además, efectos disuasorios sobre los patinetes y bicicletas que circulan en el espacio peatonal.

Los turismos, si se usan como sistema de patrullaje y no de desplazamiento (hechos diferenciados), facilitarán la inaccesibilidad policial al detenerse lo menos posible y mantener las ventanillas cerradas, ya sea por el frío o el calor. Si circulan por la zona peatonal de la calle San Miguel en horas de máxima afluencia, su agresiva presencia entre peatones será cómplice de violencia ambiental. Al menos la acústica y la emisión de gases se verá disminuida por los silenciosos motores en modo eléctrico.

Dos apuntes sobre la segunda y tercera noticia citadas: la cifra de 1.482 denuncias es irrisoria. Especialmente si valoramos que representa un 0,42% del total de 350.000 multas que parece ser se impusieron el pasado año. No tengo datos, si bien mi impresión diaria es de extrañeza al ver algún patinete eléctrico cumpliendo la normativa. De modo que estimo decenas de miles de infracciones impunes.

Al sacar medias estadísticas de denuncias no hay que olvidar dividir el total anual (1.482) por el número de agentes operativos (?) y luego dividir nuevamente su resultado por las jornadas efectivas de trabajo anuales (?). Así se conocerá el nivel de eficiencia (X) respecto del tratamiento de ese problema concreto de seguridad vial.

En segundo lugar, los controles, necesarios aunque hinchen las cifras, no generan hábitos ni de conducta en los infractores ni de prioridades en los policías. La violencia ambiental se combate fomentado la cultura policial a todos sus componentes, no solo a los especialistas. Y ello día a día, no a fuerza de impactos.

Las autoridades tendrán conciencia y entenderán que si no se encarga de ello diariamente la Policía Local nadie lo hará. Cuando acudan al tanatorio de Son Valentí a dar el pésame a la familia de alguna persona arrollada por 80 kilos de masa a 25 kilómetros por hora sobre un silencioso patinete. Suceso acontecido en el momento de salir cándidamente de su domicilio a la virtual autopista en que se han convertido muchas aceras de Palma. El culposo homicida, enfrentado a una estandarizada pena de dos años de prisión por su imprudencia, si no tiene antecedentes penales probablemente no la cumplirá.

Tal vez emita el pertinente: «Lo siento mucho. Me he equivocado, no volverá a ocurrir». Si el fallecido presenta cierta relevancia o Madrid se hace eco del suceso, quizás hasta lleguen a modificar el Código Penal. Huelga decir que me encantaría equivocarme y tener que pedir disculpas por ello. Mientras tanto pueden seguir loando su labor.