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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

La excepción ibérica

España encarna la excepción ibérica. No solo en cuanto a la posibilidad de limitar el precio del carburante. El Partido Popular es el único entre los de su condición en Europa que no veta a la derecha extrema al aliarse con Vox, para gobernar en Castilla y León. El PSOE es también el único en Europa, de inspiración socialdemócrata, que gobierna aliado con la izquierda extrema antisistema. Pero los socialistas, que también se apoyan en los separatistas catalanes y en los herederos de la banda terrorista ETA, han sido hasta ahora capaces de ver la paja en el ojo ajeno y, sin embargo, no la viga el propio. Eso también forma parte de nuestra excepcionalidad de visigodos de pata corta y mente sectaria.

Por ese motivo, Sánchez, quizás aprovechando la situación vecina con Marine Le Pen, ha pedido a Feijóo que rompa con la ultraderecha como han hecho sus homólogos europeos. Si Feijóo, a su vez, actuase recíprocamente, podría también pedirle al PSOE que se desentendiese de Unidas Podemos, con la que últimamente, parece ser, solo coincide en el saludo, y de paso se desembarazase de esa carga onerosa heredera del crimen, que es Bildu en Navarra. Podrían estar echándose en cara su miserable dependencia hasta el día del juicio final.

El problema empieza a serlo a partir del momento en que los españoles deciden romper con el bipartidismo y entregarse a nuevas soluciones alternativas. Pero para que ello ocurriese en el seno de una sociedad tan rígida como esta tuvo antes que producirse un desencanto: de los votantes de izquierdas con los socialistas y de los votantes de derecha con los populares. Unidas Podemos, al que el PSOE ha logrado minimizar gracias a la coyunda, nació de la indignación ante la crisis política y económica. Vox, que, en cambio, vive su momento de gloria, surgió de una reacción airada frente a la deriva de la izquierda como un nacionalismo español de derechas. Ambos son hijos de nuestra indignación radical.

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