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Carmen Lumbierres

Comisionistas

Los nuevos Urdangarin y Torres, además de por falsedad están encausados por estafa y blanqueo

No tenemos políticos como los de antes es un mantra que se repite sobre todo desde un lado del tablero ideológico, comparando los brillantes años noventa con la última década trepidante en las entradas y salidas de nuevos líderes. Ni siquiera los corruptos de ahora tienen la misma entidad, son un remedo de los príncipes consortes y profesores de Esade que ahora han quedado en marqueses y socios de empresas de negocios locales. Mismo patrón, pero con la copia barata, los quijotes con glamour que llenaban las páginas de sociedad y los contactos junto con los escuderos artífices del emprendimiento por no decir esquilmación al erario público.

Los nuevos Urdangarin y Torres solo tenían conexiones en el ámbito madrileño y además de por falsedad documental están encausados por estafa y blanqueo de capitales. Alberto Luceño, el comisionista listo que se llevó cinco millones frente a uno de Luis Medina, era apoderado de la Escuela Europea de Dirección y Empresa, supuestamente involucrada en la financiación ilegal del PP madrileño a tenor de lo investigado en la Púnica. Y por si faltaba alguien en esta historia costumbrista de ladrones y asaltacaminos, el pequeño Nicolás pertenecía al círculo íntimo del marqués de Villalba.

En esta España amable con los ricos, ante los que despliega la alfombra roja, y estricta para los que trabajan sin llegar a fin de mes, siempre han triunfado los intermediarios, imprescindibles para que unos sigan siendo ricos y los otros trabajadores en precario. Los grandes estraperlistas en la posguerra civil, cuando la gestión del hambre por parte de la dictadura se convirtió en un arma de adhesión entre los vencedores y de represión contra los vencidos, acumularon grandes fortunas para varias generaciones. Personas afines al poder, cuyos contactos con los funcionarios corruptos de la dictadura permitieron mantener su negocio sin problemas. En una época de extrema necesidad, en la que muchos también se debatían entre la vida y la muerte, los mismos desalmados, pero ya en democracia, pretendían enriquecerse jugando con la salud de sus conciudadanos, utilizando los resortes de los círculos del poder local que alguna responsabilidad política deberán asumir.

Se nos ha llenado la tierra de la libertad de primos o hermanos que casualmente pasaban por ahí cuando había posibilidad de negocio en unas contrataciones de urgencia sin control de gastos y al mejor postor en el mercado internacional. Los ladrones de guante blanco maquillados como modelos de estilo de vida mientras los profesionales que salvaban vidas ataviados con bolsas de basura han sido olvidados en cuanto el virus dejó de matar.

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