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Carmen Lumbierres

Resistentes

Como ha dicho el presidente del Gobierno, hemos atravesado una pandemia, un volcán y una guerra

Mas allá de los datos macroeconómicos de subvenciones directas y créditos del Gobierno de la Nación, después de oír las quejas de las confederaciones de empresarios, epicentro del malestar social en estos tiempos, tan alejados de aquellos donde la conflictividad estaba en las grandes industrias, los días se llenan de conversaciones cotidianas con personas que viven en la resistencia.

No les hablen de crisis a aquellos que llevan arrastrando con la Sareb más de una década para poder continuar viviendo en su casa por la que han pagado religiosamente las cuotas de la hipoteca o del alquiler, a los niños que siguen sufriendo acoso en el colegio y fuera de él, en la calle, en las redes en este tiempo pospandémico que nos ha vuelto a todos un poco más irritables y a la vez un poco más agresivos. Los pacientes no covid que llevan esperando una consulta con el especialista más de un año, y engañan a la enfermedad con sus ocupaciones diarias hasta que un día el cuerpo les parará, las señoras que han sido maltratadas durante años en silencio por miedo y vergüenza, sí, son señoras porque señores que sufran este martirio, por suerte para ellos, son la excepción. Todo esto me he encontrado en esta semana sin rebuscar mucho, como en un remake de la película de Robert Altman en que resume la vida, con una perfecta confluencia entre conocimiento y sentido de la fabulación, como la dificultad de vivir.

Tengo más, jóvenes treintañeros que han normalizado la precariedad y el obligado colchón familiar, personas mayores que siguen peleando por su autonomía aunque saben que es un tiempo de descuento, adultos recientes a los que les ronda la ansiedad por primera vez en la vida y sin motivo aparente. Las mismas vidas cruzadas que seguro comparte el que me está leyendo o con variaciones muy cercanas. Y todos ellos se levantan cada mañana, usando menos el coche, comprando menos fruta, bajando la calefacción o lo que toque en ese momento mientras seguirán pensando cómo entrar en clase con el abusón de la fila de atrás, preguntarán en atención al paciente por decimoquinta vez, intentarán escapar de la tortura de eso que llaman hogar o esperarán la llamada de teléfono que les cambie la vida. Así que, como ha dicho el presidente del Gobierno, hemos atravesado una pandemia, un volcán y una guerra, al mismo tiempo que cada uno lleva adelante sus cuitas personales que nunca serán titular, y casi mejor, porque las historias humanas tienen cierto riesgo de caer en el amarillismo. Eso no les gusta, porque los resistentes lo hacen con sobriedad y unas cañas el fin de semana, porque la vida sigue.

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