Tras la entrada en zona de descenso, la dirección del Real Mallorca solo tardó 24 horas en relevar al entrenador. La drástica decisión, tan habitual como traumática para el cargo más permeable a la gloria y al desprecio en la épica del fútbol, abre un tiempo nuevo a un equipo necesitado de una intervención de urgencia para salvar la categoría y todo lo que ello supone, tanto para la rentabilidad de la propiedad y la economía que genera en su entorno como para el ánimo de la afición e incluso de un territorio. Un equipo en Primera es mucho más que fútbol.

Luis García se ha despedido entre lágrimas ante el castigo máximo de la rescisión de contrato, convencido de que «podía haberlo sacado adelante» y con la sensación de «haber perdido más que un puesto de trabajo» por su gran conexión con la isla. El madrileño, que asumió en 2020 un equipo de Segunda y devastado por la impronta de Vicente Moreno, se ganó de inmediato el respeto y la admiración unánime al subirlo a Primera, asegurando el objetivo antes incluso de concluir la temporada. Su eficiencia y talante abierto le granjearon la simpatía general. Tras un arranque prometedor, pronto se torcieron las cosas. Seis derrotas seguidas y sólo dos victorias en los últimos doce partidos, han sido definitivas para acelerar un relevo irremediable, pero con cierto sabor a injusticia, sobre todo en las formas. El empático García, condenado sin paliativos por los resultados, también ha servido de chivo expiatorio de un club hermético en la comunicación por el que ha tenido que dar la cara en todos sus frentes, en momentos turbulentos de la propiedad y en la discutida gestión de fichajes, asuntos ajenos a su competencia que le han afectado y que no se disipan con su marcha.

El mexicano Javier Aguirre, apodado ‘el Vasco’, llega pisando fuerte. Su primera decisión, suspender el fin de semana libre de la plantilla y convocar a los jugadores para entrenar, da algunas pistas de sus métodos. «Lo lamento, pero no estamos para regalar nada». Curtido en sortear con solvencia situaciones complicadas, el veterano técnico presenta un perfil en principio apropiado para responder al grito de socorro de un Mallorca necesitado de ilusión y sobre todo de resultados que le saquen del abismo. «Hay menos tiempo, pero todavía queda tiempo» decía en otros tiempos difíciles el carismático técnico Héctor Cúper, quien considera que los equipos son reflejo del carácter de sus entrenadores. Frente al drama de estar en zona de descenso, Aguirre prefiere ver el vaso medio lleno. «Esto no es lo que se dice una situación desesperada. Estamos a un solo punto de distancia de la permanencia». Quedan nueve jornadas para alumbrar el sueño de seguir en Primera. No será fácil, pero no queda otra que trabajar unidos para que sea posible.