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Jorge Fauró

ARENAS MOVEDIZAS

Jorge Fauró

Los ‘boomers’ en el Imserso

Instituciones y entidades privadas rebajan a 55 años la edad para obtener

servicios hasta ahora solo al alcance cerca de la jubilación.

A la generación del ‘baby boom’ ya pueden ir quitándole lo de ‘baby’

Catorce millones de mujeres y hombres nacieron en España en la década de 1960. Jaime Galindo

La Comunidad de Madrid acaba de rebajar a 55 años la edad para poder disfrutar de las Rutas Culturales para Mayores, una especie de Imserso autonómico del que hasta ahora solo podían beneficiarse quienes habían cumplido los 60. Ojo a esto porque para muchos de quienes pertenecemos a lo que se conoce como generación del baby boom, o boomers, sin más, representa un golpe emocional en lo más alto de nuestra autoestima. Después de leer la noticia, todavía estoy cuestionándome aquello de que la vida -es un decir- es eso que transcurre entre la posibilidad de solicitar el carné joven y que Díaz Ayuso te invite a conocer a El Escorial en compañía de tus padres. Entre los viajes en Interraíl y la Tarjeta Dorada de Renfe parece que han pasado dos días. Pero solo lo parece.

Mientras los países de la Unión Europea debaten si la edad de jubilación debe situarse en los 65 o en los 67, entidades públicas y privadas ya le han echado el ojo a los boomers de 55, edad en que las estadísticas aseguran que se mueve una mayoría muy apetecible económicamente, surgida de la camada de españoles que inundó las maternidades entre 1959 y 1971 (2,9 hijos por mujer en 1971 frente a 1,19 en 2020). El periodo coincide con la llamada Generación X, aunque los demógrafos no se ponen de acuerdo en cuándo empiezan y acaban los grupos de población renombrados con una letra del abecedario. Para los nacidos a partir de 1965 el lío es monumental: nos conminan a trabajar hasta los 67 mientras algunos de nuestros amigos se prejubilan a los 55, invitados a abandonar el mundo laboral por el banco en que ellos trabajan y en el que tú conservas lo poco que has ahorrado desde los tiempos de mochilero por Europa.

Entiendo lo que debieron de sentir hace cinco años los que ahora son ya más que sexagenarios. Al igual que yo, debieron de lanzarse a la web a comprobar si aquella generación -la suya, la mía- que desde hace más de dos décadas carga con la manutención de este país, comenzaba a escuchar cornetas de retirada. De hecho, los viajes del Imserso ya incluyen entre los beneficiarios de sus vacaciones a mayores de 55 años en estado de viudedad.

Según datos oficiales de la Seguridad Social, el grueso de los principales cotizantes en España se ubica en el grupo laboral que abarca de los 45 (2.116 euros al año) a los 59 años (2.171). Paradójicamente, en cualquiera de los últimos gobiernos de España siempre ha habido algún ministro, el último el de Inclusión y Seguridad, José Luis Escrivá, que ha amagado con obligar a los boomers a tener que elegir entre trabajar más o cobrar menos en su jubilación.

«A los boomers nos llega la hora de un triste fundido en negro», ha declarado en una entrevista reciente el escritor Rafael Vallbona. Léase la ironía: las rutas culturales de Ayuso no invitan a ser mucho más optimista que el periodista barcelonés, que lleva con mucha dignidad formar parte de ese grupo de catorce millones de mujeres y hombres nacidos en España en la década de 1960.

A los baby boomers, lo de baby nos lo pueden ir quitando. Y, sin embargo, podemos considerarnos afortunados, y en lugar de pensar que los artífices de la Movida madrileña, la Quinta del Buitre o el Barça de Cruyff ya andan cobrando la jubilación, podemos presumir de haber visto todo eso, además del paso por la Transición, ver al Madrid y al Barça reinar en Europa, inaugurar unos Juegos Olímpicos, ganar un Mundial y dos Eurocopas, los Oscars de Garci, Almodóvar, Bardem y Penélope Cruz, la caída de la Unión Soviética y del Muro de Berlín o presumir de coetáneos como Antonio Banderas o Miquel Barceló, que no es boomer, pero lo aceptamos.

También hemos sido testigos de las Malvinas, de la guerra de los Balcanes y las de Oriente Medio y del fin dramático y televisado de dictaduras como la de Yugoslavia o Irak, del 11-S y el 11-M y del final de ETA. Afortunados por haber sido, de momento, la última generación que ha vivido mejor que sus padres y temerosos porque la de nuestros hijos no parece que vaya a correr la misma suerte. Faltaba Putin para haber visto casi todo. Parece empeñado en adelantar la hora de ese fundido a negro. No hemos visto una guerra mundial, pero tampoco nos apetece. Mejor perdérnosla y subirnos en un autobús a descubrir rutas culturales para mayores. Aunque sea ya.

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