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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Reconocernos sin mascarilla

Cuando reconstruimos nuestra imagen cada mañana al levantarnos, nadie se mira al espejo con mascarilla. De acuerdo, no seamos absolutistas, solo los más autoconscientes de la decoración de su rostro se examinan con la cara cubierta, para revisar el aspecto que ofrecen al exterior sin nariz ni boca. Los demás somos ajenos a la verdad esencial que predicaba el sabio Kurt Vonnegut. «Eres la imagen que los demás tienen de ti, así que más te vale cuidarla». Ahora que nos obligan a retirarnos la pieza protectora, nuestra ignorancia del autor de Desayuno de campeones y de la literatura en general nos obliga a concluir que por fin reconoceremos a la persona que tenemos enfrente. Falso porque, en realidad, nos reconoceremos a nosotros mismos. No hay gente a la que solo hemos visto con mascarilla, hay gente que solo nos ha visto con mascarilla.

La mayoría de los usuarios contumaces de la mascarilla no han contraído la covid pero, según concluiría Vonnegut si lo hubiéramos leído, tampoco la pandemia ha afectado a la mitad de los fumadores y cuesta proclamar que el tabaco posee mecanismos protectores. En el momento de despojarnos de la adherencia, nuestra preocupación no debería centrarse en el grado de protección que ofrece frente al virus, sino frente a los demás. Que levante por favor la mano el único ser humano que no ha agradecido aliviado el embozo, al cruzarse al bies con un congénere frente al que deseaba pasar desapercibido. Porque no hemos saboreado una imagen limitada de otros, según pretende nuestro egocentrismo, sino que hemos distorsionado nuestro aspecto ante el mundo.

«Te veo diferente», insinuaremos con cortesía para aparcar la incógnita de no saber qué impresión hemos ofrecido de nariz hacia arriba. Un mes atrás, criticar imposiciones como la mascarilla era negacionista, ahora es negacionista atreverse a plantear el riesgo de una relajación prematura que no es miedo al virus, sino a reaparecer sin cáscara.

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