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Pilar Ruiz Costa

Una ibicenca fuera de Ibiza

Pilar Ruiz Costa

De Génova y Bohemia

A la bellísima región de Bohemia (ahora República Checa) debemos tesoros como el famoso cristal tallado, la cerveza Pilsen y un verbo que escuchamos estos días: defenestrar, que los gallego y catalanoparlantes pillamos enseguida, pero para los que no gozan de la suerte de una segunda lengua cooficial, guarda una curiosa historia de un tiempo muy muy lejano o… de a la vuelta de la esquina, eso ya a gusto del lector.

Aunque los señores con trajes grises en general y panfleteros en particular aluden a defenestrar desde su segunda acepción del Diccionario de la Real Academia: «Destituir o expulsar a alguien de un puesto o cargo», esta expresión adquiere otro matiz teniendo muy en cuenta que deriva de la primera: «Arrojar a alguien por una ventana». Literal y etimológicamente del latín: de ‘de arriba abajo’ y fenestra ‘ventana’.

Pongámonos en situación. Corría el siglo XVII en el Sacro Imperio Romano Germánico -un conglomerado de principados, ducados y ciudades-estado que ríase uno de andar haciendo equilibrios con Comunidades Autónomas y arrebatos independentistas-. Los conflictos más comunes en aquellas tierras de Bohemia, a falta de Twitter, venían marcados por la religión. El emperador Rodolfo II, a pesar de ser un ferviente católico, sabedor de que las riquezas bohemias representaban un tributo indispensable para las gordas arcas imperiales, trató de mantener paz publicando la Carta de Majestad en 1609 donde otorgaba la libertad religiosa a los habitantes, contradiciendo el precepto vigente hasta la época; cuius regio, eius religio, «según sea la del rey, así será la religión», que obligaba a los ciudadanos a ir adaptando su credo según quien cayera en suerte en el trono: cristiano-luterano o cristiano-católico, pues cualquier otro estaba prohibido, que una cosa es la libertad, pero tampoco somos hippies, caramba. Logró así el magnánimo Rodolfo II calma chicha hasta que otro devoto católico, Fernando II de Habsburgo, fue elegido rey de Bohemia en 1617. Este nuevo monarca era de la opinión de que ya estaba bien de cesiones luteranísticas y como ejemplo un botón, ordenó derruir las obras de dos nuevas iglesias luteranas, no porque estuvieran pagadas en B, sino porque se estaban construyendo sobre parcela católica.

Sucedió entonces que una mañana de primavera de 1618, una muchedumbre de barones protestantes -y protestando- se dirigieron al castillo de Hradcany, en Praga, en busca de los gobernadores imperiales. Habían decidido en asamblea que reinara un luterano ya y vociferaban que qué era aquello de acabar con el negocio del ladrillo eclesiástico o de su libertad de imponer su religión sobre las otras. Mientras, los gobernadores imperiales legítimamente electos y el secretario los miraban con esa risa nerviosa desde la ventana y decretaron que la asamblea era ilegal y que se disolvieran. Y cerraron la ventana. En lugar de disolverse, los nobles -literalmente muy venidos arriba-, optaron por subir hasta sus despachos, agarrar a los gobernadores y el secretario y lanzarlos por la ventana. Si bien hay que decir que no era este un invento nuevo, que dos siglos atrás los nobles ya habían acabado en una moción de censura bohemian style con la vida de siente concejales. Sin embargo, si les narro esta y no otra defenestración es porque aquella batalla de unos barones por el poder y la libertad de construcción y culto por un bando; del otro, los que consideraron que estas no eran formas de acabar con los rivales políticos y Bohemia merecía otra oposición, a pesar de que no estaba inventado Twitter… acabaron arrastrando a todo aquel conglomerado del Sacro Imperio, y detrás, al resto de los países europeos en lo que se convirtió en la más cruenta guerra conocida hasta la fecha: la Guerra de los 30 años que acabó con entre un 25 y un 40% de la población.

Pero esta historia nuestra empieza como termina una mañana de primavera de 1618, con los gobernadores imperiales legítimamente electos y el secretario lanzados desde una ventana, ¿recuerdan? Sucedió que, a pesar de los 17 metros de altura, los tres sobrevivieron y se fueron del lugar corriendo tan deprisa como pudieron. ¿Fue acaso un milagro? Pues sí, si atendemos a la versión de los católicos que narraron cómo ángeles del cielo aparecieron de la nada para tomarlos entre sus brazos y depositarlos despacito en el suelo. La versión de los luteranos -y por cierto, la más extendida- es la de que los políticos salvaron la vida al caer sobre un montón de estiércol.

Por eso, cuando escuchen estos días hablar de que los nuevos barones defenestran a tal o cual político, ahora en Génova, no teman. Si son creyentes, cuenten con que acudirán por ellos los ángeles custodios. Pero también cabe la posibilidad de que sea tal la cantidad de mierda acumulada en las bases del castillo -mierda en forma de corrupción y mierda en deslealtades- que la caída resulte deshonrosa, vaya que sí… pero servirá de colchón para que sobrevivan.

@otropostdata

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