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Pilar Garcés

EL DESLIZ

Pilar Garcés

Entender a esos votantes

Ilustración. Elisa Martínez

Cuando Pedro Sánchez llegó el sábado a la gala de entrega de los Goya, el periodista de la televisión pública le preguntó en directo si había visto las películas en liza. El presidente del Gobierno reconoció que no había visionado ni El buen patrón, que concurría con un récord de 20 nominaciones, ni Madres paralelas, a cuya protagonista, Penélope Cruz, y autor de banda sonora, Alberto Iglesias, felicitó no obstante en las redes sociales por su reciente nominación a los Oscar como embajadores del «talento español». Un tuit cuesta menos esfuerzo, tiempo y dinero que llegarse al cine y pagar la entrada, la verdad. Valencia se encuentra a tiro de piedra de la Moncloa y el esmoquin nos sienta tan bien, que cómo evitar estar ahí apoyando «una industria tan importante como la cultural» y que «ha sufrido tanto por la pandemia»; evidenciando, en definitiva, el abismo entre el dicho y el hecho. Me dejó impresionada la falta de curiosidad del líder por los productos creativos más en boga del país que dirige, que imagino centrarían todas las conversaciones en la alfombra roja y aledaños del Palau de les Arts. Se supone que son un reflejo de nuestro tiempo que ayudarían a entenderlo. Tal vez se encontraba demasiado absorto en las elecciones de Castilla y León que se celebraban al día siguiente, con excelentes presagios para su partido desde las encuestas de los sociólogos de su gabinete. Unos presagios que nadie creyó, que no se han cumplido y que merecerían alguna reprimenda puesto que se fabricaron con dinero público. Si después de ver las cintas de León de Aranoa y Almodóvar le queda un rato, debería dedicarlo a esa porción de compatriotas que cada vez más se inclinan por partidos de extrema derecha. Esos cuya existencia se ha barrido bajo la alfombra de algún despacho de puertas afuera, pero ahí están, complicando el final a los guionistas malos de la política. Por curiosidad, y por si fuese posible un final feliz para este argumento de terror que se enreda.

El gran misterio de todos esos miles y miles de conciudadanos que ni sigues ni te siguen por internet, pero que votan en la vida real como todo hijo de vecino mayor de edad. Y eligen los mensajes ramplones que te escandalizan, porque desdeñan los derechos básicos de las personas y son machistas, racistas y homófobos. El bien y el mal tal y como te lo enseñaron ha quedado obsoleto. Los votantes de Vox son cada vez más numerosos y aquellos que les representan tienen la llave de los destinos de mucha gente, porque no olvidemos que concurren para gobernar si les dejan. Se les permitió coger carrerilla mientras los otros partidos se enredaban en peleas de egos y cálculos que salieron mal, y ahora no hay quien les plante cara. Su discurso fascista se ha incrustado en el sistema; se ha «normalizado» que sean una opción. Llegados a este punto, de poco sirven los análisis exculpatorios y las caricaturas de sectores del electorado ultra, que muestran personas ignorantes del calado de su elección, que no entienden la importancia de los derechos conquistados con esfuerzo. Deberemos comprender mejor a esos votantes que expresan su rechazo a la mala política, y a los políticos desconectados de la sociedad, por la peligrosa vía de entregar la democracia a sus enemigos. Se tendrá que trabajar para reconquistarles con algo más que condescendencia y desprecio, porque el hartazgo del prójimo puede ser nuestra ruina mañana mismo.

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