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Juan Rigo

DESDE PARÍS

Juan Rigo

Primaire Populaire

Si entramos en el juego de siglas, la doble P se presta claramente a la confusión ya que no nos estamos refiriendo ni a Casado ni al partido que representa en el Estado Español. Lo de popular en este caso tiene unas connotaciones escoradas a la izquierda y en relación a las extrañas primarias que, por iniciativa popular ajena a toda formación política, acaban de celebrarse en Francia, con la intención de designar a un candidato capaz de federar el voto progresista para tratar de frenar la debacle de la «gauche» en las próximas presidenciales

Para participar en estas voluntariosas primarias bastaba con inscribirse en la correspondiente web creada por los organizadores (aparentemente financiada por un altruista crowdfunding, hay dudas al respecto) y en el transcurso de tres días, del jueves 27 al domingo 30 de Enero, proceder al voto, también «en línea», para elegir a uno de los siete representantes de diversas fuerzas de la izquierda - entre las que incomprensiblemente no figuraba el candidato comunista, Fabien Roussel - y teniendo en cuenta, ojo al dato, en que tres de los aspirantes seleccionados por los organizadores se declaraban contrarios a estas primarias, desentendiéndose desde el principio de los resultados (entre esos candidatos figuraban el insumiso Melenchon, el ecologista Yannick Jadot y la representante «oficial» hasta ahora, de los socialistas, la Sra. Hidalgo). De los casi 470.000 inscritos votaron finalmente un 84% y del escrutinio salió vencedora la última en apuntarse al mambo, la ex ministra de Justicia del gobierno Hollande, la inquieta Christiane Taubira. Lo curioso es que no ha transcendido el número de votos otorgados a tal o cual aspirante, sino que se ha apostado por una forma extraña de evaluación al puntuar a los candidatos con notas de boletín escolar, con menciones que iban desde el «Muy bien» hasta el «Insuficiente». De este modo hay que interpretar/leer el «Bien +» de la ganadora Taubira al «pasable +», equivalente de aprobado rascado, para Anne Hidalgo, la gran perdedora de estos comicios oficiosos al finalizar en quinta posición, por detrás incluso de un desconocido, aunque eurodiputado, Pierre Larrouturou.

Ya hay quien ha calificado a estas primarias de mascarada, puesto que no solo no han servido para unificar candidaturas sino que, al contrario, han propiciado la entrada en escena de otra candidata mas, Taubira, por mucho que esta se empeñe ahora en llamar/apelar a la unión acatando los resultados de esta elección. Los tres principales afectados, mencionados más arriba, ya habían avisado de que el «juego» no iba con ellos y que por tanto siguen adelante en solo, sin ninguna intención de pactar ni de renunciar a sus aspiraciones. Parece evidente que la izquierda, más dividida que nunca, va directa al batacazo ya que sumando las intenciones de voto de todos sus representantes, nada menos que once, no llegan al 25% mientras que la extrema derecha, tan solo entre Le Pen y Zemmour superan el 30%.

Y este es el balance a final de enero a menos de 70 días de la primera vuelta de las elecciones, prevista para el 10 de abril. Francia aparece más que nunca escorada a la derecha, y afortunadamente la opción extrema está inmersa en un oscuro «bras de fer», un extraño pulso como para medir sus fuerzas, con una tendencia transfuguista al alza desde el clan Le Pen hacia la formación del profeta del nuevo orden, el fenómeno Zemmour. En las últimas semanas hemos vivido al ritmo de las notables deserciones del campo Lepenista al Zemmouriano, entre las que cabe destacar la de Gilbert Collard, hombre de la vieja guardia, junto con el insistente rumor, tremenda noticia aún por confirmar, del cisma familiar que provocaría la incorporación de la «sobrinísima», Marion Marechal Le Pen, al equipo del polemista. No obstante, Marine, ducha en estas lides, no en vano son sus terceras presidenciales, se mantiene firme en los sondeos, con cerca del 17% de intención de voto, codo a codo con la Republicana Valerie Pecresse, que de momento aguanta el tipo con la esperanza de alcanzar la segunda vuelta donde podría crear la sorpresa, ambas por delante del misógino Zemmour, quien no parece sacar beneficio de sus nuevos fichajes y se estanca en valores que no superan el 13%.

Por su parte, el Presidente, que aún no ha hecho oficial su entrada en campaña, ha tenido que lidiar con el Ibizagate de su ministro de Educación, el incombustible Blanquer, uno de los hombres fuertes de la Macronía, que cometió el error de pasar las vacaciones de fin de año en Ibiza y, desde allí, enviar las nuevas directrices para la reanudación del curso escolar después de las fiestas. Unas confusas normas, con una compleja batería de medidas anti Covid para desespero de enseñantes y asociaciones de padres/madres de familia que se han visto convertidos, a su pesar, en técnicos sanitarios expertos en la aplicación de los test antígenos a repetición. El ministro tuvo que excusarse públicamente, reconociendo el error de su elección, por la imagen discotequera y festiva de Ibiza, pero no pudo evitar la convocatoria de una huelga puntual, seguida masivamente por todos los sindicatos, en la que se reclamaba a gritos su dimisión. Finalmente, fue como una tormenta en un vaso de agua, ya que de los tres jueves de Enero en los que hubo manifestación, solo el primero contó con un seguimiento importante y las protestas no han salpicado a la buena marcha de Macron en los sondeos, donde sigue en cabeza, y al que todos ponen/ven directamente en la segunda vuelta. Y ello, más que por méritos propios se debe a la falta de punch, de pegada o de programa si prefieren de los otros pretendientes. De hecho, entre los comentaristas/analistas políticos ya circula el término de Campaña Tefal, ya que ninguno de los temas/propuestas que van saliendo a debate llegan a calar, no agarran, y acaban resbalando sobre el tejido del cuerpo electoral. Solo la sombra de la abstención, próxima al 40% según las encuestas, inquieta realmente al entorno presidencial; con el acento puesto en su falta de legitimidad para gobernar, al representar tan solo a una minoría de los franceses, argumento esgrimido en las violentas protestas de los chalecos amarillos. Un movimiento que bien podría enturbiar el periodo electoral con una nueva revuelta en directa relación con el aumento de la inflación y la caída del poder adquisitivo. Sin tampoco olvidar el rol de Macron al frente de la UE, que tanto puede jugar a su favor como en su contra, en función de la evolución del conflicto Rusia-Ucrania. Affaire a seguir de cerca.

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