Hace casi veinte años yo trataba de poner en marcha una granja de pollo ecológico en mi pueblo. Creamos junto a otros seis productores de Palencia una asociación de avicultores y arrancamos con un matadero propio en un pueblo de Tierra de Campos. El caso es que participé en una de esas reuniones que convocan las Consejerías de Agricultura, llegó el turno de presentarme, y dije. «Yo produzco pollos y organización social». El resto de los asistentes afirmó con la cabeza, pero por la cara que puso el director general era evidente que no entendió nada. En los dos años y medio largos que llevo en Illes Balears me he encontrado muchísimas personas a las que podría citar con nombre propio, y que seguro que se sienten identificadas. Llevan toda su vida sacando adelante sus explotaciones y empresas, produciendo alimentos, y además, luchando, inventando, creando, y fortaleciendo asociaciones, organizaciones agrarias, cooperativas, y todo tipo de fórmulas de estructuración social y económica en el campo balear. Cada una de estas personas tienen detrás un historial de compromiso organizativo y político por su pueblo y por el sector lleno de experiencias de éxito y fracaso, pero ahí siguen. Cada una tiene su propio bagaje ideológico y político. De todas se aprende mucho, y a la postre, y aunque existan diferencias en la visión y el proyecto, hay un amplio margen de consenso que en buena parte, se sustenta en el reconocimiento mutuo que se tienen entre todos ellas. El resultado es que pese a lo que pueda pensar la ciudadanía urbana, el campo es un espacio vivo con un tejido organizativo tremendamente tupido.

Repasando en voz alta les diré que todo este esfuerzo de producir organización en Illes Balears se ha traducido en la existencia de tres Organizaciones Agrarias Profesionales en Mallorca y otras tres en Menorca. Un sector cooperativizado que se estructura a través de la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Illes Balears con una base social de cerca de 7.000 socios y socias. Existen 27 cooperativas agrarias y SATs en Mallorca, una de ellas de segundo grado. Cuatro cooperativas agrarias en Menorca, cinco en Ibiza y una en Formentera. Existe una Asociación de Productores de Agricultura Ecológica de Mallorca, otra de Menorca, y otra más de Eivissa y Formentera. Además de estas organizaciones, el sector ganadero cuenta con seis asociaciones de productores de una rama ganadera, además de 18 Asociaciones de Defensa Sanitaria, y otras 33 Asociaciones de Razas Autóctonas, algunas de ellas con muy pocos socios, pero manteniendo el trabajo. Contamos además con 16 Asociaciones de Defensa Vegetal. A todo ello se le suman los once Consejos Reguladores de DOPs e IGPs y otros dos Consejos Reguladores de la Producción Ecológica y de Producción Integrada. Contamos con otro tipo de asociaciones tan importantes como la Associació de Varietats Locals, y a este listado podríamos añadir las 18 Comunidades de Regantes y podría continuar.

Detrás de cada una de estas realidades hay un proceso de organización social, económica y política que trató en cada momento dar respuestas concretas. La Cooperativa San Bartolomé de Sóller se fundó nada menos que en 1899. La Unió de Pagesos de Mallorca, y casi al tiempo la Unió de Pagesos de Menorca, se fraguaron en los últimos años del franquismo y se constituyeron en el año 1977 en el marco de las llamadas «Guerras Agrarias» y del Grupo de Agricultura del Congreso de Cultura Catalana que se celebró en 1976. ASAJA se creó en 1989, fruto del acuerdo de fusión de tres organizaciones; CNAG, CNJA y UFADE. La primera vinculada a AP y las dos segundas creadas por la UCD a semejanza de los sindicatos agrarios franceses. La Cooperativa COINGA de Menorca tiene ya más de 50 años de historia y así podríamos continuar. El reconocimiento, el respeto y la valoración profunda de este proceso histórico es la base imprescindible para poder trabajar por el futuro del campo, y yo diría más, patrimonio inmaterial que la payesía balear no puede olvidar.