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Salvador Macip

Los beneficios de vacunar a los niños

La baja incidencia de complicaciones en menores compensa de sobra el peligro sustancialmente más alto de sufrir consecuencias graves, en caso de que se contagien de covid

El Grup Col·laboratiu Multidisciplinari per al Seguiment Científic de la Covid-19 (GCMSC), impulsado por el Institut de Salut Global de Barcelona y el Col·legi de Metges de Barcelona, continúa el buen trabajo que hace resumiendo lo que sabemos y lo que no sabemos de la pandemia con la publicación de un informe sobre el riesgo de vacunar a niños y adolescentes, un tema que estos días preocupa a muchos padres. Después de revisar todos los datos disponibles, llegan a la conclusión de que hay que «promover la vacunación de la población pediátrica con las vacunas basadas en ARNm», tal como han recomendado también otros grupos de expertos en todo el mundo.

A pesar de esta unanimidad entre los entendidos, vacunar a los niños de covid todavía genera recelos. Los datos que tenemos después de dar millones de dosis dicen claramente que la baja incidencia de complicaciones que, además, son leves cuando las hay, compensa de sobra el peligro sustancialmente más alto de sufrir consecuencias graves, en caso de que se contagien de covid. Pero, aún así, el instinto de protección nos hace exagerar una prudencia que nos puede hacer actuar de manera menos objetiva y, a la larga, conseguir el efecto contrario al que buscamos.

Una vez descartado el riesgo, los otros argumentos de los dudosos son que vacunar no tiene un beneficio real para los más pequeños y que, por lo tanto, no es ético que lo hagamos como un servicio para el resto de la sociedad, puesto que lo que buscamos, sobre todo, es que no contagien a la gente mayor. Hay que tener en cuenta que, a pesar de que es cierto que el covid suele ser más leve en las franjas bajas de edad que en adultos, el impacto que tiene en esta población no es despreciable. Tal como explica el informe del GCMSC, el año anterior a la introducción en EE UU de la vacuna contra la rubeola, esta enfermedad causó 17 muertos. En el caso de la varicela, fueron 16. Del meningococo, 8. El covid, en cambio, 66. En cuanto a mortalidad intrínseca, pues, está por encima de otras infecciones contra las cuales inmunizamos a los niños sin vacilar. Se puede decir lo mismo de otras complicaciones graves: con los datos de incidencia actuales, en EE UU han calculado que, por cada millón de niños de entre 5 y 12 años vacunados, se evitarán más de 400 hospitalizaciones y unos 120 ingresos en la uci. Los beneficios globales para su salud parecen indiscutibles.

A pesar de esto, hay quien argumenta que la ganancia social sigue pesando más y que no es justo que se imponga este altruismo a los niños. Pero el altruismo siempre ha sido un componente esencial del hecho de vacunarse, en cualquier edad y por cualquier enfermedad, y puede ser una razón válida para justificar por sí sola una campaña masiva de vacunación infantil. Hace unos años, se empezó la inmunización contra el virus del papiloma en todo el mundo, no tan solo las niñas sino también los niños. Este microbio es responsable del 90% de los cánceres de cuello de útero, pero el impacto que tiene para la salud de los hombres es mínimo (los cánceres de penes y anos son muy poco frecuentes, en comparación). Básicamente, en muchos países se vacuna rutinariamente a los niños para que, de mayores, no participen en la transmisión del virus a sus parejas, es decir, sobre todo para proteger a las mujeres. Pese a saber que el beneficio personal es prácticamente nulo, miles de padres no han dudado en permitir que sus hijos contribuyan a erradicar lo que era el tercer cáncer más frecuente en mujeres y causaba más de 300.000 muertos cada año. Con la vacuna del covid se podría argüir una función social similar.

Puede ser que una de las causas básicas del aumento actual del sentimiento antivacunas, desde el más radical al más tibio, del más irracional al más comprensible y puntual, sea el exceso de información al cual estamos sometidos. Por primera vez en la historia de las epidemias y pandemias, recibimos un bombardeo constante de datos por todos lados, muchos de los cuales no tenemos los conocimientos necesarios para procesar, otros falsos, mezclados con opiniones contradictorias. Esto nos lleva a una saturación que hace que una de las mejores armas que tenemos los humanos, el pensamiento crítico, se nos gire en contra y nos haga cuestionar verdades innegables.

Los miedos son naturales, sobre todo si afectan a las personas que más queremos, pero la mejor solución para hacerles frente es saber de quién nos podemos fiar. Y, sobre todo, no quedarnos con un punto de vista porque encaja con la idea preconcebida que tenemos. Toda opinión tiene que estar basada en datos, y tenemos que hacer el esfuerzo de procesarlos. Solo así podremos tomar siempre la decisión correcta.

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