Diario de Mallorca

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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Una clase política manifiesta y progresivamente deplorable

Polémica ridícula tras polémica absurda, eso es lo que nos deparan

la mayoría de políticos españoles, en el pelotón de cabeza de idiotas

del mundo que nos gobiernan

Pablo Casado durante su visita a una explotación ganadera extensiva de vacuno en Navas del Marqués (Ávila). Rafael Bastante / EP

Ofender la inteligencia de la ciudadanía es costumbre que a lo que se ve no hay forma de extirpar en los modos con los que se maneja la política en España. Ofenden a la inteligencia y la vituperan sin miramientos: el ejemplo de lo sucedido con el asunto de la carne alcanza la categoría de idiotez sublime. Cómo puede suceder que se diga, por parte de todos, casi sin excepción, lo que se ha venido evacuando, y la gente no se soliviante visiblemente. La ofensa a la inteligencia la protagoniza, quién sino, en posición destacada, ese portento de estadista que atiende por Pablo Casado, al que le resta dejarse fotografiar acariciando con mimo un cebado lechón en su regazo. No le han ido a la zaga los presidentes, supuestamente socialistas, de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, demagogo de libro, y el aragonés Javier Lambán, al que se le recuerda, para tomar la medida de lo que esconde en su cabeza, la laudatio que brindó a Susana Díaz, afirmando solemnemente que había sido «bendecida por los dioses del socialismo»; los mismos que optaron por descalabrarla sin miramientos. A la penosa nómina hay que incorporar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con lo del chuletón «al punto», para después hacer juegos malabares verbales, sintaxis para la que no está especialmente dotado, sin salir de embrollos en los que se mete innecesariamente. Dejemos de lado al pobre metepatas de Alberto Garzón, que ya tiene lo suyo siendo comunista. Del secretario supuestamente general del PP, Teodoro García-Egea, mejor no hablar, porque hacerlo es dejar de albergar conmiseración hacia el prójimo. Todos exhiben carencias que concluyen que estamos ante la hornada política más deficiente desde que inició su andadura la Segunda Restauración con la aprobación, en diciembre de 1978, de la vigente Constitución.

Que las elecciones en la región de Castilla y León tengan como eje a la carne, es la constatación de que urge (no sé cómo podría hacerse) radical renovación de la clase política. Abandonemos cualquier esperanza de que se nos dé la ansiada regeneración. Además, lo que es susceptible de empeorar, empeorará. La inmutable ley de la física política, derivada de la entropía, la que nos dice que el desorden acaba por imponerse inexorablemente, hace prever que el futuro que nos aguarda tal vez sea catastrófico: en lontananza despunta la posibilidad, solo posibilidad, por ahora, de un gobierno presidido por Casado con Santiago Abascal, ahí es nada, instalado en la vicepresidencia.

Con la carne coceando a derecha e izquierda, llega Djokovic, adalid del negacionismo antivacunas, para situar al alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez Almeida, ante sus estridentes y llamativas limitaciones. Su peregrina ocurrencia: afirmar que el tenista es un estupendo reclamo para el Mutua Madrid Open de la capital de las Españas. Para el alcalde, Djokovic es reclamo publicitario. Alentando a los antivacunas, sin duda. El portavoz nacional del PP, entre otras acusadas virtudes, tiene la de bocazas. Pedro Sánchez ha considerado que tenía que dar respuesta. Cierto que fue preguntado en la rueda de prensa conjunta con el canciller alemán, el socialista Olaf Scholz; con callar hubiera obviado la tontería.

2022 y 2023 darán pie para que asistamos a una sucesión de disparates, esperemos que meramente verbales. Veremos vacas, cerdos, «más ganadería y menos comunismo», cualquier cosa antes que debate adecuado. El insulto a la inteligencia será el protagonista.

Acotación irritable.- Para el fiscal jefe de Balears, Bartomeu Barceló, lo de llevar la mascarilla tapándose boca y nariz cuando abandona los bares que frecuenta, ubicados en las cercanías de su despacho, es opción voluntaria. Por dos veces me he topado con él haciendo corte de mangas a la normativa. Se supone que un fiscal cumple las disposiciones legales. Para algunos tal parece que haya reglas exclusivas.

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