Una fijación tradicional de los políticos es controlar los medios de comunicación. Es casi una necesidad y lo han logrado, de tal manera que la libertad ha quedado tocada. No es difícil descubrir la tendencia política de los periódicos y las televisiones. Un mismo hecho es narrado de maneras diferentes, a veces, incluso contrapuestas, por distintos medios. Y, entonces, uno se pregunta qué me están contando, lo que sucede o lo que quieren que crea que sucede. Una democracia en la que los poderosos medios de comunicación están controlados por las formaciones políticas no es una democracia madura, porque las libertades son fácilmente manipuladas por ellas.

Recordemos que las personas actuamos en función de lo que pensamos, es decir, de la imagen que nos hacemos del mundo y de las circunstancias. Si pienso que la pandemia es algo muy grave voy a decidir hacer determinadas cosas y, por el contrario, si pienso que es una manipulación de las grandes firmas farmacéuticas, voy a actuar de otro modo. Si me hacen creer que determinado partido es malo no lo voy a votar en las elecciones y si me hacen creer que es bueno le depositaré mi confianza. Así que vivimos en un mundo donde la imagen es lo más de lo más. Es más valiosa que el trabajo real y, por esta razón, los gobernantes y políticos, en general, ansían tanto la foto, ansían tanto inaugurar cosas –como el gallego aquel de los pantanos-, se desviven por hablar ante los medios, aunque no tengan nada que decir. La cuestión es convencer a los ciudadanos de lo que les interesa y lo que les interesa, todos lo sabemos, es llegar y mantenerse en el poder.

Pongamos un ejemplo concreto de cómo los gobernantes controlan los medios de comunicación para influir y manipular en la gente. Es el caso de RTVE (lo mismo podemos decir de las televisiones autonómicas) ¿Quién controla esta empresa estatal? Según se indica en su propia web el organismo supervisor de la Corporación RTVE es la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Esta comisión supervisa que se cumple la normativa que protege la competencia, esto es, protege las leyes del mercado aprobadas por el Parlamento.

Pero quien manda en el día a día es el Consejo de Administración y su Presidente que son nombrados por el Parlamento. Este nombramiento tuvo lugar en marzo de 2021, previo pacto entre los partidos mayoritarios, PSOE y PP, junto con los partidos bisagra de siempre. Y, obviamente, uno no muerde la mano que le da de comer. Algunos partidos se han quejado de que no les hayan dejado entrar en el reparto del pastel. Estas quejas son muy significativas de la importancia que le dan los políticos al control del ente televisivo.

Al final, ¿quién manda en la televisión más importante del estado español? Muy sencillo, el mercado y los partidos mayoritarios. Ni al mercado, es decir, a los grandes grupos mercantiles, ni a los partidos políticos les interesa que usted ni yo sepamos lo que realmente ocurre en el mundo. Lo único que les interesa es que sigamos consumiendo y votando lo mismo. Y, créanme, lo consiguen. Vivimos en un sistema democrático, pero con las libertades muy limitadas, sobre todo, la libertad de formarnos nuestra opinión, una de las más importantes en la vida pública.

Pongamos un par de ejemplos que ilustren y demuestren lo anterior. En la pasada Nochebuena el rey y los presidentes de las comunidades autónomas, ofrecieron sus tradicionales discursos de Navidad. Ninguno tocó uno de los temas más importantes de la vida política, la corrupción. Cada año se pierden millones de euros en los entramados de la corrupción y ninguno señaló nada de esto. Ningún medio de comunicación ha explicado por qué el Estado permite que el precio de la luz se calcule de una manera muchísimo más complicada que el precio de los carburantes.

Para que no pensemos en esto, se nos ha machacado continuamente con la erupción del volcán de La Palma y la pandemia. Los medios nos han mantenido día y noche atentos a la erupción del volcán de Cumbre Vieja y a la cifra en tiempo real de infectados por la covid-19. Si calculamos las horas dedicadas a estos dos temas y las horas dedicadas a explicar a la ciudadanía qué se está haciendo para acabar con la corrupción política y a establecer límites al mercadeo del precio de la luz, caeremos en la cuenta de cómo los medios de comunicación son utilizados por la casta política para manipular la opinión pública.

No nos conformemos con tener que leer veinte periódicos cada día para estar debidamente informados, porque esto es imposible. Es hora de elevar nuestras voces y espetarles en la cara a los políticos aferrados al poder que dejen de tratarnos como a niños. Queremos una democracia sí, madura, con libertades de verdad.