Elegir la palabra del año supera en importancia a designar a la persona más relevante durante dicho periodo. Los vocablos determinan conceptos y conductas, no estamos hechos de sueños sino de palabras. La benemérita Fundéu elige doce candidatas, antes de señalar una campeona. No puede ser casualidad que la preselección correspondiente a 2021 rebose de términos compuestos, enredados. La acumulación de ecoansiedad, metaverso, carbononeutralidad (que debiera ser carboneutralidad para evitar el trabalenguas), desabastecimiento, megavatio o criptomoneda confirma la necesidad de apuntalar los inciertos tiempos en curso. Se prefiere superponer a inventar.
Como demostración de que las palabras nombran a un periodo con mayor intensidad que sus personajes, dos de las candidatas en castellano coinciden con las propuestas por la revista estadounidense Time, en el idioma dominante del planeta. Se trata de ecoanxiety, o ansiedad generada en quienes están aterrorizados por el cambio climático pero no piensan acometer ni una sola medida para frenarlo, y el metaverso de Facebook. Por si el ser humano no tuviera bastante con gestionar su irrisorio papel en el universo real, la Meta de Zuckerberg le complicará las vidas con experiencias virtuales.
Demandamos con humildad al tribunal que no premie a desabastecimiento, porque rimaría hasta el ripio con el confinamiento ganador en 2020. En la selección de nuestra mucho más afortunada palabra del año, nos ha guiado la preservación de una mínima exigencia estética. Cien días después de la erupción volcánica de La Palma, la palabra tremor que no trémor debe erigirse en la sucesión de letras óptima para definirnos. Entre el temor, el rumor y el temblor, nunca imaginamos que nos sentiríamos tan inseguros en esta nave espacial rellena de fuego. Por si los jueces necesitan argumentos doctos, la palabra del año enlaza con La Terra Trema de Visconti, un título que vale más que cien películas.
