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Antonio Tarabini

Entrebancs | El futuro no está escrito

En mi anterior colaboración, titulada El futuro después del Corona Virus, insinuaba y proponía la posibilidad y necesidad de afrontar nuevos retos de diversa índole, desde el ámbito sanitario al socioeconómico. El creciente control del virus, aunque vivo y coleando, en base a la tasa extensiva e intensiva de vacunación, permitía nuevos horizontes sanitarios. En el ámbito socioeconómico se reactivó la actividad turística, abriendo nuevas expectativas empresariales y de empleo; aunque quedaba pendiente una profunda reforma del vigente modelo turístico.

Hasta escasas fechas se percibían una ciertas esperanzas en ir superando las muy diversas crisis, personales y colectivas, fruto del coronavirus. Después de múltiples confinamientos y restricciones, se intuía la eficacia de la Vacuna para superar el Virus. Parecía posible la victoria en el quehacer personal y colectivo. Las consecuencias sanitarias (contagios, hospitalización, ocupación de UCI) se iban paliando a partir de la aplicación de la Vacuna; se iban recuperando «libertades individuales y relacionales» de acceso a actividades deportivas, culturales, de ocio, de uso y consumo de los espacios públicos… Pero ¿Cómo afectará la presencia de «nuevas variantes», especialmente el ómicron, que nos está afectando globalmente: a los países, incluido el nuestro, con índices significativos de población vacunada; y especialmente en continentes y países con índices insignificantes de población vacunada? Los índices de infección y de incidencias aumentan también en nuestra Comunidad afectando a todo nuestros sistema sanitario. En el momento de escribir estas líneas se ha descubierto la primera infección ómicron en nuestro aeropuerto. Se regresa a ciertas restricciones en el uso de establecimientos de restauración y de ocio. Se insiste una y mil veces en el uso de mascarilla y de guardar el 1,50 m de distancia entre personas. El problema es global y en consecuencia la «solución» también.

Precisamente el carácter global de la epidemia tuvo graves consecuencias en nuestra actividad económica básica, el turismo, afectando a nuestros principales mercados (británico, alemán…); y en consecuencia supuso (sigue suponiendo) un radical freno empresarial (no sólo hoteleros) y al empleo. Tal crisis socioeconómica obligó a aplicar restricciones en el ámbito empresarial (necesarias aunque no siempre comprendidas) relativamente compensadas con subvenciones y líneas de créditos abiertas dedicadas prioritariamente a pymes y autónomos. Tales frenos fueron posibles y eficaces gracias a la existencia de la Mesa de Diálogo formada por el Govern y los agentes socioeconómicos (empresariado y sindicatos). Se consiguió una cierta reactivación en la actividad turística que repercutió en el mantenimiento/creación de empleo. Según el INE Baleares ha liderado en noviembre pasado la caída del paro con una disminución del 32,2%, lo que supone 27.620 desempleados menos en las islas respecto al mismo mes de 2020, Y un 11,1% más respecto a octubre según datos del INE. Sin embargo, según la misma fuente la mayoría del empleo creado o recuperado tiene carácter temporal o precario, especialmente en jóvenes y mujeres.

Todavía doloridos por lo que estamos malviviendo, no podemos quedarnos parados ante la catástrofe, ni seguir lamentándonos mientras nos lamemos las heridas buscando culpables. «Es necesario plantearnos ideas y actitudes para hacer frente a los diversos imputs de la pospandemia. Quizás empiece a ser necesario (¿urgente?) pensar en un futuro abierto, no limitándonos a intentar recuperar los años turísticos «exitosos» de la prepandemia (2018/19), creyendo que el coronavirus ha sido un mero accidente a punto de superarse». No son pocos los expertos y grupos empresariales relevantes que poden en duda que la salida a la crisis turística sea el regreso a los movimientos masivos de «turistas», donde el «precio» era (¿es?) decisivo en los meses clave de temporada alta (incluyendo una cierta ampliación). Ahora tenemos la oportunidad y la necesidad de reconvertir nuestro modelo productivo basado en una actividad casi exclusiva de servicios, concretada en un turismo estacional y masivo. Ha llegado el momento de diversificar nuestra economía y sistema productivo. Impulsar sectores como las energías renovables, la industria verde, el reciclaje o la gestión y cuidado de nuestros espacios protegidos, pueden servir para generar producto y empleo «diversos» también en el sector turístico.

La próxima pandemia es la crisis climática. La lucha contra el cambio climático debe ser una prioridad

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La próxima pandemia es la crisis climática. La lucha contra el cambio climático debe ser una prioridad, y no una víctima de esta crisis. Nadie podrá decir que no estábamos avisados: la comunidad científica es unánime en la exigencia de medidas drásticas. La COP 26 en Glasgow. Queda por ver si las palabras grandilocuentes se convierten en hechos. Es la última esperanza para detener lo inevitable: una catástrofe ambiental, económica, social y política. Afectará a todo el mundo, pues ningún país está exento de padecer los efectos del calentamiento global. Ya los sufrimos y son cada vez extremos: mayor número de huracanes, deshielos agresivos, extensas e intensas sequías, incendios devastadores. Todo ello consecuencia de la incesante «devoradora actividad» humana.

La imprescindible Reactivación y Transformación Económica y social a corto, medio y largo plazo contemplada en los Fondos UE («Nex Generation») se refiere a reformas estructurales; no al inicio de una «nueva» (?) normalidad, que suponga (o no debería suponer) el regreso al modelo productivo basado en un casi «un monocultivo turismo que no tiene ni presente ni futuro» que además de insostenible, nos hace vulnerables. El circuito, la economía circular, puede incluir también multitud de bienes y servicios «propios».

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