Le tomaste prestado el título a Luis y yo lo hago contigo. En tu artículo se lee: «Al escribir no advierto que no soy el origen, sino el destino de todo lo que escribo».

Aunque tú no lo sepas, Almudena, nos conocimos en Torrelodones enterrando a Julio Carrión.

Debo decirte que mi compañera siempre ha leído con buenos ojos nuestra relación.

Me hiciste llorar por primera vez al transmutar a mi nieta en Raquel y a mí en Ignacio. Cuando dejó la muñeca en la plaza de las Salesas, supe que ningún hombre la doblegaría. Mientras, Julio sigue iluminando la cara de mis nietos, desde que me enseñó a sacarles regalos de las orejas.

Además de los escarceos habituales con tus columnas, hemos tenido otras dos citas intensas. En la primera, Inés estaba demasiado alegre para mi gusto, en la segunda me proyectaste en Nino y volví a viajar al centro de la tierra.

Esta semana, antes de que hubieras secuestrado mis pensamientos, te vi en dos ocasiones. El martes pasado, al contemplar junto a mi hermano el estandarte de la hoz y el martillo que portaban las tropas del capitán Bayo, al desembarcar en Mallorca en el año 36 para combatir la sublevación. Y esta misma mañana, al visitar una exposición sobre Julio Verne con mis nietos mayores, aprovechada para instilar la lectura en sus preciosos cerebritos.

El primer pensamiento hubiera podido inspirar uno de tus Episodios, novelando el asesinato de las enfermeras Tere, Daría, María, Mercedes y una anónima escritora, a manos fascistas, en el cementerio de Son Coletes. Sobre el segundo, como si fuera Pepe el Portugués, he explicado a mi princesa y a uno de mis dos príncipes, que les tengo reservadas mis joyas infantiles de Verne, publicadas por Bruguera en doble formato de viñeta y texto.

Almudena, quiero conocerte mejor, nos quedan muchas citas en mi pequeña biblioteca. No me faltes.

Un último beso y cuando veas a la entrañable anciana que retrataste, tal cual Antonio López en tu relato Noticia de una ausencia, le das otro de mi parte.

Esta noche siento que el título de tu obra maestra se ha quedado corto porque a mí se me ha helado algo más que el corazón.