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Entrebancs | El futuro después del coronavirus

El contenido de estas líneas ha surgido de un dossier publicado en un diario relevante de tirada nacional titulado El futuro después del coronavirus, que incluía sesenta monografías de expertos y pensadores de reconocida valía. En mis habituales colaboraciones semanales me he referido prioritariamente al futuro socioeconómico; hoy cambio de chip y acudo a múltiples y diversas realidades, vivas y coleando, de raíces comunes.

Todavía doloridos por lo que estamos malviviendo, no podemos quedarnos parados ante la catástrofe, ni seguir lamentándonos mientras nos lamemos las heridas buscando culpables. Cada día puede ser peor que el anterior, pero podemos salir exitosos. Por eso, es necesario plantearnos ideas y actitudes para hacer frente a los diversos inputs de la pospandemia. Quizás empiece a ser necesario (¿urgente?) pensar en un futuro abierto, no limitándonos a intentar recuperar los años turísticos «exitosos» de la prepandemia (2018/19), creyendo que el coronavirus ha sido un mero accidente a punto de superarse.

Ahora tenemos la oportunidad y la necesidad de reconvertir nuestro modelo productivo basado en una actividad casi exclusiva de servicios, concretada en un turismo estacional y masivo. Ha llegado el momento de diversificar nuestra economía y sistema productivo. Impulsar sectores como las energías renovables, la industria verde, el reciclaje o la gestión y cuidado de nuestros espacios protegidos, pueden servir para generar producto y empleo «diverso» también en el sector turístico.

Esta crisis ha puesto de manifiesto que no puede derivarse toda la producción a otros continentes, porque nos deja en una posición de extrema debilidad. Se acabó el todo made in china. Es necesario recuperar la producción de bienes y servicios basada en una economía circular. No se trata de una autosuficiencia obsoleta, sino de crear y mantener una capacidad de producción suficiente. Concretamente en nuestro medio rural, la capacidad de producción de alimentos está siendo clave precisamente ahora. Una nueva «reindustrialización», pero en verde. Aunque no sólo es preciso recuperar nuestro sector primario, y poner en valor el objetivo de la soberanía alimentaria.

A su vez es necesario recuperar el valor de lo público. La crisis del coronavirus ha arrancado un consenso, impensable hace escaso tiempo, alrededor de lo público. Se acabó de machacar la sanidad pública que se ha actuado como escudo, que ha defendido a nuestra sociedad frente a la pandemia. Poner en valor los servicios sanitarios (en especial de nuestros mayores, pero no sólo). Ha quedado en evidencia que los cuidados de los más débiles necesitan de una mayor dotación de recursos humanos y económicos, y ahí también hay un enorme yacimiento de empleo. Si pretendemos poner en valor una economía abierta, incluyendo una revisión profunda de nuestro modelo turístico, es indispensable apostar por un sistema educativo, público y de calidad, que potencie la formación personal y profesional en todo el sistema educativo, incluyendo la Formación Profesional. Así como incidir en los Estudios Superiores y en la implantación y desarrollo de Nuevas Tecnologías y de I+D+I.

La próxima pandemia es la crisis climática. La lucha contra el cambio climático debe ser una prioridad, y no una víctima de esta crisis. Nadie podrá decir que no estábamos avisados: la comunidad científica es unánime en la exigencia de medidas drásticas para hacer frente a la otra gran emergencia, la climática.

Hemos comprobado que es posible reducir las emisiones de gases a escala global y en muy poco tiempo. Podemos vivir contaminando menos. El reto ahora es hacerlo manteniendo el empleo y la actividad económica. Una lección importante es que conservar la biodiversidad es la mejor garantía para evitar nuevas pandemias. Proteger el bosque, especialmente tropical, y perseguir el tráfico de animales se han convertido en políticas de salud pública, y no sólo en demandas ecologistas. Reducir la movilidad para respirar mejor. Hemos comprobado también cuantas cosas pueden hacerse online, sin necesidad de movernos tanto.

Ha concluido la COP 26 en Glasgow. Queda por ver si las palabras grandilocuentes se convierten en hechos. Es la última esperanza para detener lo inevitable: una catástrofe ambiental, económica, social y política. Afectará a todo el mundo, pues ningún país está exento de padecer los efectos del calentamiento global. Ya los sufrimos y son cada vez extremos: mayor número de huracanes, deshielos agresivos, extensas e intensas sequías, incendios devastadores. Todo ello consecuencia de la incesante «devoradora actividad» humana.

Pero cuidado que el árbol no nos deje ver el bosque: la imprescindible Reactivación y Transformación Económica y social a corto, medio y largo plazo. Léase el inicio de una «nueva» normalidad, que no suponga (o no debería suponer) el regreso al modelo productivo basado en un casi «monocultivo turismo que no tiene ni presente ni futuro», que nos hace vulnerables, además de insostenibles. El circuito, la economía circular, puede incluir también multitud de bienes y servicios «propios».

Y es clave nuestra integración y participación activa en Europa. Hay que repensar Europa, dejando atrás los días de las políticas neoliberales. La Unión Europea sólo tendrá futuro si afronta una transformación hacia políticas solidarias entre sus miembros, y mucho más sociales y ecologistas. Nos gusta Europa, pero la queremos diferente.

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