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Olga Ruiz

Vieja para trabajar

No sé dónde diantres pone que el talento caduca cuando pasas de los 45, pero hay quienes lo han convertido en una nueva religión empresarial.

La moda, digna del peor manual para los dummies, está arruinando la vida y la autoestima de demasiadas personas talentosas, con necesidad y ganas de trabajar. La culpa de tamaña crueldad no es achacable al sistema, como si este fuera una catástrofe natural impredecible. El sistema lo conforman hombres y mujeres que desde sus flamantes departamentos de recursos humanos deciden quién es apto y quién no para trabajar en sus empresas.

Los elegidos encargados a su vez de elegir descartan un currículum, escatiman una entrevista o no responden a un mail solo porque la edad del candidato supera los 45 años. Es una discriminación tácita con un agravante de cobardía: jamás se explica el motivo real del descarte, se da por hecho. La ausencia de explicación es la explicación en sí misma: «Tienes cuarenta y muchos años. Ya sabes que no te voy a contratar».

El mensaje ausente va calando como una gota china que impide conciliar el sueño. Es desesperante porque además no tiene solución. Los trabajadores a los que la crisis perenne o la reciente pandemia ha expulsado del mercado pueden reciclarse, formarse y hasta reinventarse, pero no pueden descumplir años. El paso de la vida acaba siendo el principal enemigo hasta que llega la muerte de oportunidades definitiva, a los 55.

La última Encuesta de Población Activa muestra que el desempleo entre los mayores de 50 ha alcanzado las 999.000 personas. Casi un millón de desempleados cuyos currículos van a ir a la papelera por no ser socialmente jóvenes.

¿Recuerdan El curioso caso de Benjamin Button? En el célebre relato de Scott Fitzgerald, el protagonista se rejuvenece con el transcurso del tiempo. No se me ocurre otra forma de cumplir con los requisitos para un puesto de trabajo en la actualidad: experiencia demostrable, estudios ilimitados y juventud, mucha juventud.

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