Diario de Mallorca

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Resulta un tanto frívolo calificar de «patera aérea», como ha hecho un diario de tirada nacional, al Airbus A320 forzado a aterrizar en el aeropuerto de Son Sant Joan. Las pateras de verdad suponen un riesgo altísimo que no aparece ni por asomo en este caso, mucho más próximo a lo que habría sido una película de la serie Aterriza como puedas dirigida por Berlanga.

Repasemos el guion de ese nuevo sistema de entrada ilegal en Europa. Un pasajero del vuelo de Air Arabia Maroc procedente de Casablanca y con destino a Estambul fingió una enfermedad grave, un coma diabético, sabedor de que el comandante del avión estaba obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto más cercano que, no por casualidad, era el de Mallorca. Una vez estacionado el aparato, y aprovechando la llegada de los sanitarios que debían atender al supuesto enfermo, 23 pasajeros salieron corriendo por las pistas de Son Sant Joan huyendo campo a través. Algunos han sido detenidos por la Guardia Civil; otros, de momento, siguen libres cuando esto se escribe.

Ciento cincuenta y dos pateras habían puesto proa hacia nuestro archipiélago a lo largo de este año. Si el Airbus del otro día cambia esa estrategia de la desesperación a mí me parece, con perdón de nuestras autoridades, una noticia excelente. Porque pasar de la tragedia a un despropósito con tintes de comedia bufa supone todo un alivio, habida cuenta de que, a lo largo de 2021, la ruta canaria de las pateras ha dejado un muerto cada dos días y medio y, por lo que hace al Mediterráneo, en el primer semestre del año en curso los fallecidos superaban ya el millar. Bienvenidos sean los fingimientos, las huidas en tropel y los recursos creativos para escapar hacia Europa si evitan tanto el riesgo extremo de muerte como el beneficio de las mafias que controlan el negocio de las pateras.

Pero en el episodio de Palma asoman también claves inquietantes. Que se trate de un suceso improvisado o no es en realidad lo de menos porque, habida cuenta de lo fácil que resulta esquivar las medidas de seguridad, cundirán los imitadores. En el transcurso de la investigación que pretende aclarar los detalles del episodio de Son Sant Joan, las fuentes digamos oficiales han advertido que el suceso obligará a que se reformen los protocolos de seguridad para prever el efecto imitación que va sin duda a producirse. Digo yo que quizá fuese bueno examinar de paso el código penal porque este diario ha dado también la noticia de que la fiscalía quiere acusar del delito de sedición a los inmigrantes que participaron en la fuga. El Supremo condenó por eso, por sedición, a los protagonistas del golpe de Estado que proclamó la independencia de Cataluña. Para mí que fingir una enfermedad y escaparse del avión es cosa distinta pero igual Berlanga nos lo habría aclarado.

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