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Antonio Papell

¿Cómo gobernar en coalición?

La llamada ‘cultura política’ de un determinado sistema, que en realidad es el conjunto de usos y costumbres que acompaña al acervo legislativo de un sistema de gobierno determinado, tiene un gran peso en el establecimiento de las relaciones políticas y sociales entre los partidos.

En España, esa ‘cultura política’ se había formado alrededor del bipartidismo imperfecto que buscaron los constituyentes al adaptar a la Carta Magna el modelo electoral que se utilizó, por decreto ley consensuado entre los partidos de entonces, antes de las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras tras el fin del franquismo, que se convocaron y celebraron sin anunciar formalmente que alumbrarían unas Cortes Constituyentes.

En definitiva, este modelo generó una ‘cultura’ pactista entre partidos estatales y periféricos; CiU y PNV completaron mayorías tanto con el PSOE como con el PP, aunque nunca llegaron a formarse coaliciones. Pujol, en concreto, siempre se opuso a semejante corresponsabilidad, y se negó a que Miquel Roca, muchos años representante de la minoría catalana en el Parlamento, fuera ministro del gobierno central, cargo al que fue invitado más de una vez.

Pero llegó la grave crisis de 2008 en las que las superestructuras políticas de todo el mundo –y también las europeas y las españolas— se desacreditaron por su indigencia intelectual y su incapacidad para resolver las situaciones generadas por la irresponsabilidad de las elites, y aquel proceso dio lugar al nacimiento de partidos nuevos, dispuestos a atender una demanda social que clamaba en el desierto y a responder con fórmulas novedosas a la impotencia de quienes no sabían desligarse del neoliberalismo thatcheriano y reaganista que nos había llevado al desastre. Las consecuencias más claras de aquella situación extrema fueron el paso del bipartidismo al pluripartidismo; el nacimiento de una nueva izquierda, Podemos, con cierta vocación transversal que luego se abortó, y el surgimiento de una nueva extrema derecha, homóloga a las que ya pululaban por toda Europa. Además, surgió un partido de centro, que pudo haber desempeñado un papel decisivo si su líder, un personaje más atractivo que inteligente, no hubiera perdido la cabeza hasta llevar a la ruina y probablemente a la desaparición a aquel proyecto singular.

La principal consecuencia del pluripartidismo ha sido la formación de un gobierno de coalición de izquierdas PSOE-UP, basado en un pormenorizado programa moderado que se firmó el 30 de diciembre de 2019 y que queda visiblemente a medio camino entre las posiciones de partida del PSOE y de UP. La obtención de un proyecto real de gobierno a partir del programa de partido requiere, como es obvio, una cocina que ambos socios han sabido gestionar hasta ahora, pero todo indica que están perdiendo el hábito del acuerdo para embarcarse en un rifirrafe público que compromete la coalición y anuncia la posible llegada de un gobierno conservador que esta vez tendrá un nuevo ingrediente: el estreno de la presencia de la extrema derecha en el ejecutivo de un gran país de Europa.

PSOE y UP parecen no haberse dado cuenta completamente de que el acuerdo entre ambos no es optativo. No han interiorizado de antemano que incluso en asuntos en que existe coincidencia –la reforma laboral o la reforma de la ‘ley mordaza’— habrá discrepancias en las que será necesario buscar el punto medio. Y en todo caso, habrá que ajustar las decisiones del consejo de ministros a las pautas europeas. Máxime cuando de ello depende la recepción o no de grandes caudales de recursos para emprender la recuperación económica tras la pandemia.

Es, en fin, una puerilidad que UP y PSOE den tres cuartos al pregonero manteniendo en público discrepancias que se tienen que resolver en privado. Porque viene muy a cuento la fábula de la rana y el escorpión, que se disponen a atravesar un río con el escorpión montado en la rana; aquel termina hincando su agujón en esta y ambos mueren irremisiblemente porque el aguijonear está en la naturaleza misma del artrópodo. Los hechos que han rodeado la reforma laboral son la prueba de que hay en la coalición quien no ha entendido el papel que ha de asumir ante su electorado y ante la opinión pública.

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