Diario de Mallorca

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Me entero por un artículo publicado en el diario de más difusión de España del estudio que ha realizado la compañía Samsung, con la ayuda del instituto IPSOS de investigación de mercados, acerca de las profesiones preferidas por los alumnos de Secundaria. Desde luego hay pocas formas más patentes de entender cómo ha cambiado el mundo: si en mis tiempos los niños queríamos ser bomberos o detectives, los de ahora eligen trabajos que cuesta incluso darlos por reales. Las tres profesiones más mencionadas entre los deseos juveniles de hoy son las de hacker —legal, eso sí—, diseñador de sueños y traductor de lenguajes animales.

El artículo indica como trabajos también muy mencionados pero más imaginarios como los de granjero en Marte, psicólogo de inteligencia artificial o pintor artístico con drones y supongo que es ése otro indicio de lo desfasados que estamos los de mi generación porque, si me hubiesen preguntado a mí, no habría dado por supuesto que es menos real pintar a distancia mediante drones que se encuentran ya en las tiendas de juguetes que diseñar sueños. Sueños de los demás, entiendo, porque los sueños propios los diseña uno mismo día tras día hasta que se convierten en protagonistas de las noches.

Entre las incógnitas que me plantea la interpretación de la encuesta de Samsung e IPSOS está el dato de que el 85% de los trabajos que habrá en el año 2030 aún no se han inventado. Siendo así, ¿cómo cabe apreciar el porcentaje que alcanzan? El disparate de hacer cálculos sobre lo que no existe lo ilustró de forma ejemplar Woody Allen en un cuento en el que dos rabinos se lamentaban de lo terrible que es la vida y uno de ellos sostenía que habría sido mucho mejor no haber sido engendrado. Su interlocutor le replicaba que sí, que está de acuerdo pero ¿quién tiene tanta suerte? ¡Ni uno entre un millón!

Optar por un empleo que no se sabe cuál es viene a ser como lograr que nadie te conciba: se trata de juegos de palabras sobre lo inexistente. Cabe imaginar lo que sería cosechar maíz en Marte pero no algo que, por definición, no sabemos qué es. Yo diría que en el caso de la traducción de lenguajes animales y la psicología de la inteligencia artificial estamos en lo mismo: hablamos de cosas que no son reales extrapolando lo que sí que conocemos pero a poco que se escarba sobre esa superficie aparecen las incógnitas. Fue un filósofo, Wittgenstein, quien nos advirtió que no se puede entender desde el punto de vista humano lo que se siente siendo un murciélago y mucho me temo que eso se aplica también al concepto del lenguaje animal y a la posibilidad de traducirlo. Así que lo que hace Samsung es propaganda para sus productos y proyectos bajo el ropaje de una supuesta investigación. Porque también fue Wittgenstein quien sostuvo que, de lo que no se sabe, es preferible no decir nada en absoluto.

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