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Matías Vallés

Al Azar | El pasado de Otegi no tiene remedio

La historia es la relación de los acontecimientos que perfectamente podrían no haber ocurrido, pero que son irreversibles una vez transcurridos. O por ponerlo en labios de Arnaldo Otegi, «el pasado no tiene remedio». El líder independentista ha llegado más lejos que nunca, y más de lo que imaginaban posible quienes lo utilizan para torpedear cualquier iniciativa socialdemócrata. La indecente bofetada de Rajoy a Zapatero, «usted traiciona a los muertos», se completaba con la premonición de que «usted ha revigorizado a una ETA moribunda». No está mal, para quienes reivindican aquellos debates caballerescos. Por cierto, la banda terrorista ha muerto para siempre, según demuestran los hechos y certifica su intelectual de guardia.

En cambio, Rubalcaba era vicepresidente primero del Gobierno cuando me detallaba todo lo que ha ocurrido con ETA hasta hoy mismo, incluido el papel decisivo asignado a Otegi. De hecho, el político socialista blasfemaba por el encarcelamiento de uno de los pocos ejemplos de vida inteligente en la otra orilla, eslabón imprescindible de su estrategia. Y antes de estallar en bramidos, los dirigentes del PP deben recordar que el socialista fallecido pactaba cada paso de la liquidación pacífica del terrorismo con Federico Trillo.

El pasado de Otegi no tiene remedio, pero homenajea al vicepresidente de Zapatero sin nombrarlo cuando recuerda otras disoluciones terroristas imperfectas, tipo Irlanda del Norte o Colombia. En Maixabel la película sobresale el asco que los etarras sentían hacia su propia organización, pero nadie puede imaginar que el discurso abertzale llegue al extremo de escupir sobre su pasado irremediable. Rajoy se volvió a equivocar, la desaparición de ETA es irreversible. Como diría Camus de Sísifo, cabe imaginar a Rubalcaba feliz.

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