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Juan José Millas

Tierra de nadie | Fracaso

Mi fisioterapeuta dice que la mente no tiene freno, sólo acelerador. Lo ha aprendido de los japoneses, pues practica el shiatsu, un tipo de masaje oriental que consiste en presionar sobre las contracturas hasta que el nudo muscular se deshace. Como llevaba tiempo sin acudir a su consulta, mi espalda estaba llena de nudos que ha ido desatando con paciencia infinita mientras hablábamos de esto o de lo otro. Sin dejar de atenderlo, imagino figuras en los nudos del parqué, pues me encuentro bocabajo, con la cara encajada en un agujero de la camilla diseñado para tal fin. De súbito, la situación, aunque normal, me resulta extraña: he ahí dos hombres, uno de ellos medio desnudo y el otro con una bata blanca, en una pequeña habitación. El de la bata blanca se inclina sobre la espalda del otro en busca de irregularidades musculares que se apresta a alisar.

- ¡Qué extraña situación la nuestra! -le confieso sinceramente.

El fisio ríe. Me pregunta si era eso lo que estaba pensando y le respondo que sí, aunque no solo eso. Mi cabeza es un carrusel de pensamientos. Cada minuto pasan siete u ocho o nueve. O veinte.

-Ahora mismo -añado- acabo de acordarme de que esta noche, en un sueño, iba a coger una mariposa que al tocarla se convertía en una niña.

Entonces me dice que la mente no tiene freno, sólo acelerador.

- ¿Cómo frenarla entonces -le pregunto- para no enloquecer?

-Con la meditación -responde -. Pero la meditación es una práctica harto difícil. Consiste en observar cómo los pensamientos pasan por tu cabeza.

-Me tengo que convertir -digo por aclararme-, además de en sujeto de la experiencia mental, en su observador.

-Exacto -asiente él.

- ¿Y ese desdoblamiento cómo se consigue?

Tarda unos segundos en responder, mientras repasa el hombro derecho, donde acumulo mucha tensión y muchos nudos. Al final confiesa que es muy difícil, pero que, con el tiempo y si se practica a diario, se obtienen resultados sorprendentes.

Ya en casa, intento observar mis pensamientos, pero enseguida me dejo arrastrar por ellos y fracaso.

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