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Pilar Ruiz Costa

Una ibicenca fuera de Ibiza | Al fondo a la derecha

Alos franceses les debemos la invención del bidet pero también de la ‘izquierda’ y la ‘derecha’. Corría el año 1789 y la Revolución Francesa por el hartazgo de campesinos y mercaderes de mantener la corona a base de sangrantes impuestos, mientras los aristócratas y el clero estaban exentos porque su lugar en el mundo era otorgado por Dios. También se encomendaba a Dios Luis XVI, a quien la Asamblea Nacional Constituyente juzgaba por 42 delitos. A la derecha se sentaba la gran burguesía que abogaba por defender el feudalismo (división de la sociedad entre nobleza, clero y campesinado). Acabar con todas las ensoñaciones progresistas de ‘libertad, igualdad y fraternidad’ y retornar a la añorada edad media. A la izquierda, agricultores, intelectuales y filósofos: los ilustrados. Les hago espóiler: El exrey acabó en la guillotina. Quedaba así establecido que la inviolabilidad de un monarca lo es pero no tanto y que son caminos irreconciliables los de izquierdas y derechas.

Viajamos a Italia para llegar a la invención del condón a manos del doctor Falloppio —quien, entregado en materia sexual, también nos legó el ‘descubrimiento’ de las famosas trompas—, pero también del país de forma de bota nos llega el origen de la ‘extrema derecha’. De allí surgiría el icono para los aspirantes a dictadores y caudillos por la gracia de Dios: Mussolini. Da igual cuánto lo lean en Twitter: En España no tenemos fascismo (aún). Lo que tenemos es una extrema derecha que saca pecho de mostrar nostalgia del fascismo. Make España great again. Y en este espectro que va de la izquierda radical al comunismo, liberalismo, socialismo, conservadurismo y extrema derecha es fácil situar los alfiles de los distintos partidos. Salvo quizá el PP de Pablo Casado que, depende, ¿de qué depende? De según cuándo se mire todo depende. Antaño gustaba de presentarse como ‘centro moderado’; a veces, ‘centro derecha’. Pero tras la debacle del PP en las elecciones catalanas y el éxito de la trumpista (según palabras del Washington Post) Ayuso en las de Madrid, Casado decidió bajar al cuadrilátero a disputarse ese insondable abismo que hay a la derecha de la derecha. Mas allá de Vox. Poco queda de aquel enfebrecido discurso durante la moción de censura contra Pedro Sánchez, cuando Casado estallaba frente a Abascal: «Hasta aquí hemos llegado. No somos como usted porque no queremos ser como usted».

En la convención nacional recientemente celebrada de su partido —y algo enturbiada por las últimas nuevas de sus invitados Sarkozy, Vargas Llosa y Kurz— Casado ha resurgido con «puerta ancha», donde caben todos los votos «defraudados con el sanchismo», los de centro y los de derecha hasta sus confines. Da igual cuánto lo lean en Twitter: No estamos en campaña. Las próximas elecciones generales no tocan hasta noviembre de 2023, pero luego todo son prisas. Casado se ha proclamado ya «única alternativa en España» a Pedro Sánchez y ha anunciado que pondrá fin al «trienio negro» del Gobierno progresista que «ataca la propiedad privada, la propiedad inmobiliaria, el libre mercado, la libertad educativa, el español, la libertad de expresión, la prensa y al Estado de Derecho» y derogará todas sus leyes sobre educación, trabajo, pensiones, eutanasia, feminismo, aborto y memoria democrática. También aprobará otras que blinden la unidad de España de independentistas e inmigrantes. «España se rompe». «España está al borde la quiebra». «España tiene el Gobierno más radical de Europa, con ministros comunistas». «Sánchez es un presidente ilegítimo, un mentiroso compulsivo, una mentira andante, un presidente fake». «Ayuden a España a echar al ocupa de la Moncloa». «Creemos un futuro de libertad para España». Libertad para todo menos para lo que defienden las leyes que amenaza derogar. Libertad para que cada uno haga lo que quiera, menos si se trata de aborto, eutanasia, cambiar de sexo o recuperar los restos de tus padres de una cuneta. Libertad si uno defiende la riqueza especulativa en vez de la fiscalidad progresiva o la justicia social. Libertad para discernir que cuando los españoles fueron a América conquistaron, pero los extranjeros que vienen a España nos invaden. Libertad para erigirse defensor de los valores católicos más que nadie, más que el mismísimo Papa, que es el representante de Dios en la Tierra, menos cuando defiende a los débiles, que entonces representa a la izquierda. Misericordiosos ma non troppo. Libertad sí, pero solo la puntita.

Pero a veces las lágrimas por perderte el sol no te dejan ver las estrellas. ¿Y si el ansia por llegar a la Moncloa impide observar la posibilidad de que el votante verdaderamente moderado quede huérfano en la estrategia? De la audacia a la imprudencia hay una delgada línea azul. Verde. Casi negra. Y nunca nadie antes viajó tan al extremo. Quién sabe. Quizá al alcanzar el inexplorado fondo a la derecha descubren con pavor ¡que no hay nada! Ni siquiera… camino de retorno.

@otropostdata

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