Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alex Volney

1956, año del señor

1956, año del señor Àlex Volney

Seguramente, muchos de ustedes, podrán recordar sin esfuerzo la performance de Salvador Dalí, una de tantas, bastón en alto para proclamar la estación de Perpinyà como centro del mundo. Capital del mundo. A la sombra del filósofo de la Geografía Espiritual de Catalunya, Francesc Pujols y principalmente de su buen amigo, el gran poeta olvidado, Carles Fages de Climent. Debemos tener en cuenta, y hemos topado con que este detalle lo desconocen muchos «lul·listes», Pujols es quien introduce a Dalí en la obra de Ramon Llull. Y en este trío tan fructífero, a su vez, Carles Fages de Climent abre cierto camino al genial pintor. El 1924 publica Les bruixes de Llers con los primeros dibujos del joven artista, más tarde llegará Somnis de Cap de Creus i Tots els Sonets pero es la célebre Balada del Sabater d’Ordis que lo conjura en su quijotesca traza.

Doctor en lenguas clásicas, poeta, dramaturgo y ensayista. Con este canto aireó de tramuntana el sórdido panorama poético rozando, por unos instantes, la vanguardia. Con su bombín y su excepcional métrica desplegó el canto de aquel que junco en mano dirige el viento del norte en el cruce de caminos más o menos, entre el Fluvià y la Muga. Fages alfabetizó al irrepetible Dalí. Su empeño en la actitud de outsider lo hizo quedar muy al margen de la gran difusión de su obra y todo por motivos extraliterarios parecidos a los que en su momento arrinconaron a E. d’Ors. Cuántos estragos no ha causado la política en los cultivos literarios y su cosecha

Fages vivía en esa dicotomía entre dos pueblos, los que crean, que son creadores y los otros, los hegemónicos o dominadores. La verdad, la historia de la Humanidad no sale de ahí, ya lo ven. Una nación sobre otra continuamente y de forma inacabable. Ese mismo detalle sitúa a ese hombre en la órbita más clásica y federal, por tradición. Sostenía que nunca los griegos ni los catalanes hemos sabido consolidar una entidad estatal insinuando con ello la falta de espíritu imperialista que está a las antípodas de ambos pueblos. Su amigo, Alexandre Deulofeu, difundió sus teorías con elegante cariño y empeño. Esa corriente tan lejana de los mesianismos o del auténtico espíritu aventurero, a la vez, no los desviaba un solo centímetro de esas verdades históricas y del conocimiento científico y todo casi un siglo antes del enjambre distópico de hoy.

Sostuvo que las ciudades catalanas en su total desarrollo comercial, parecidamente a las griegas, crearon centros de mercado en todos los rincones del Mediterráneo y no se les ocurrió hacer de esas filiales sus territorios dependientes, sin dejar de estar hermanadas. Supone que el espíritu liberal imperaba tanto en los reyes de la Corona Catalanoaragonesa como en sus agentes económicos. Y todavía supone más: «Este mar esencialmente catalán era el mar de la libertad».

Por favor, no se rasguen las vestiduras. No nos salimos del ámbito literario, un poco de calma. Continuemos.

Parece que «nuestros reyes no pensaban en someter a nadie» «creaban cortes de amor y las primeras líricas medievales y sus artistas trazaban las líneas del nuevo estilo». De aquí a la imagen del Brevículum que se encuentra en Kalsruhe y en el capítulo que las tropas cristianas a caballo van armadas... con las letras y no con las armas, solo hay un paso. Una vez más, todo muy en la órbita de F. Pujols ese filósofo heterodoxo, crítico de arte y también poeta. Cuando d’Ors era el seny, Pujols era la rauxa, Fages el bardo y el «bufón» de la barretina quien jugaba a hacer florecer su irrepetible Arte. Todo pasando por Maragall i Segarra. El filósofo reivindicaba a R. Llull mientras el poeta Fages volvía a los sonetos alejandrinos en sus elegías. El amigo de todos ellos, J. Pla, cuestionaba la difusa huella griega mientras el hijo del notario, libado y saciado, desplegaba todo ese repertorio asimilado bajo su punto de vista y a la sombra de sus lienzos. Un saltamontes aquí, un rinoceronte allí, una plaza de toros…

Les aconsejo pasar tres noches en Vila-Sacra, la capital del mundo. Una pequeña localidad a las afueras de Figueres muy parecida, en tamaño, a lo que aquí puede suponer s’Aranjassa. Este ampurdanés universal, el Sr. Carles Fages de Climent, inicia el género de la especulación y nos advierte de aquello que hubiese pasado si el rey Pere I no hubiera sido vencido en la batalla de Muret, Vila-Sacra habría llegado a ser «capital del món». Más tarde se ha ido descubriendo que de todas formas no hay pueblos con menos espíritu hegemónico o imperialista que el nuestro, ¿no creen? O dicho de otra manera, se ha parado usted a pensar, alguna vez, ¿para qué sirve un estado?

(La conferencia Vila-Sacra, capital del món de C. Fages de Climent, fue pronunciada en el Casino Menestral, de Figueres, el 4 de febrero de 1956, año del señor).

Compartir el artículo

stats