Urge hacer un debate deliberativo, exento de maniqueísmos, enfoques parciales y dogmáticos, sobre la insolvencia e insostenibilidad de la Atención Primaria. Pero un debate fértil, que propicie acciones ya. Menos lamentos lacrimógenos y más propósito de cambiar las cosas a través de la conducta.

Hay que exigir a la administración actuaciones, mediante una acción conjunta con diferente gradiente de confrontación.  Ya hemos agotado el periodo de la contemplación y la prudencia. Esto no puede seguir así. Cada año hay comunicados y manifiestos de las diversas sociedades científicas y organizaciones representativas del colectivo médico. Organización Médica Colegial y el Foro de médicos de Atención Primaria alzan sus voces, pidiendo una Atención Primaria potente y resolutiva. Señalan sus déficits y sus carencias para, posteriormente, proponer las medidas a tomar. 

Cada año, todos los partidos políticos comparten las reivindicaciones y se comprometen a poner en marcha las medidas propuestas. Es un déjà vu y un déjà vécu. Pero, los hechos y el tiempo son jueces implacables y tozudos. Nada cambia. Ya saben, a la parálisis tras el análisis. Y esto lo saben muy bien los abnegados profesionales que trabajan a destajo en la Atención Primaria.

Solo desde la impostura y la sobreactuación se pueden analizar las actuaciones de las administraciones sanitarias. Todas glosan la importancia de la Primaria, con términos grandilocuentes e hiperbólicos, pero a la hora de priorizarla en el presupuesto sanitario muestran su cara más perversa, irresponsable y cínica. La Primaria, a la luz de las pruebas, se convierte en cuaternaria. 

En el fondo les importa un comino. Hechos son amores y no buenas razones. El misterio es por qué el colectivo médico soporta este trato sadomasoquista de la administración. ¿Por qué aguantan tantas mentiras y engaños? ¿Por qué toleran el maltrato del cual son víctimas ellos y, sobre todo, los pacientes? ¿Padecen acaso un Síndrome de Estocolmo colectivo? ¿Están instalados en una posición depresiva construida desde una indefensión aprendida? ¿Su nula respuesta reivindicativa es síntoma de un burnout galopante? ¿O es acaso que la AP no está tan mal como dicen? ¿Por qué no pasan de la desadaptativa quejorrea a la confrontación? ¿Por qué no se plantan? ¿Por qué están catatónicos ante el deterioro de la situación? ¿Por qué hay tan poca autoestima colectiva en la AP?

Lamentablemente, hoy la Atención Primaria es un modelo sin el liderazgo que se pretendía, con infraestructuras en algunos casos obsoletas, con poca inversión en tecnología, infrafinanciada, sostenida por la precariedad laboral y los bajos sueldos, sobre todo de los facultativos, y con escasa coordinación con otros niveles asistenciales.

Las víctimas de un modelo de Atención Primaria insolvente por déficit de médicos son ellos mismos. Pero, sobre todo, lo son los pacientes ya que se pone en riesgo de quiebra la relación y la alianza terapéutica entre ellos, entre médico y paciente. Esta situación genera un deterioro de la calidad asistencial, malentendidos, conflictos. Hay que reconocerlo, los médicos de la AP están trabajando actualmente en un contexto generador de muchos conflictos éticos. Hoy la Atención Primaria en Baleares es una factoría de burnout, cuya consecuencia más grave es su potencial deshumanizador.

¡En beneficio de todos los ciudadanos, hagamos una apuesta por una AP solvente y démosle la vuelta a la tortilla! Los médicos somos corresponsables, con nuestra repuesta catatónica, de la insolvencia de la necesaria, querida e imprescindible Atención Primaria. Se lo debemos a los pacientes y a nosotros mismos. Solo desde la acción decidida y confrontativa la salvaremos. Ya saben, en derrota transitoria pero nunca en doma.