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Jose Jaume

Desde el siglo XX | El PP concede una inesperada oportunidad a Ciudadanos

La convención del PP, repleta de despropósitos de la mano de Pablo Casado, conduce al partido de la derecha conservadora a acampar en la frontera de Vox

Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas.

El desquicie ideológico, consustancial a la caótica andadura del presidente del PP, plasmado nítidamente en la convención de la pasada semana, depara una novedad inesperada: abrir la denominada ventana de oportunidad a un partido no ya agonizante, sino en muerte clínica, que, de tener la osadía de aprovecharla, lo que entraña riesgos enormes, tal vez reviva para convertirse en el partido liberal, progresista en cuestiones sociales, engarzado con el mejor liberalismo europeo. Es el Ciudadanos de Inés Arrimadas, que de seguir como hasta hoy desaparecerá en las próximas elecciones, será liquidado por el PP, que no ha parado en barras, en juego sucio, para volatilizarlo. Pero hete aquí que el discurso de Pablo Casado en Valencia, propio de Santiago Abascal o del primer ministro húngaro Viktor Orbán, despeja el llamado espacio de centro, angosto campo, que falsariamente quiere ocupar un PP extremado, dispuesto a cambiar drásticamente las reglas del juego: recentralizando a las bravas el Estado; enfrentando directa batalla con los nacionalismos periféricos; amenazando con intervenir la autonomía catalana, despojando a ésta y a la vasca de las competencias sobre prisiones (llamativo ejemplo); haciendo, para que nada falte en la propuesta, interpretación algo más que restrictiva de la Constitución. Claro que para que Casado ejecute tal programa debe ganar las elecciones o lo que es lo mismo, conseguir la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados con asistencia imprescindible de Vox. Ha dicho el presidente del PP que está dispuesto a gobernar con la extrema derecha. España sería el tercer estado de la Unión Europea en incorporarla; los otros dos son Polonia y Hungría.

Ese es el objetivo de Pablo Casado, dirigente que siempre ha comulgado con postulados madrileños de la derecha radical, que abomina de avances sociales como aborto, eutanasia, derechos LGTBI; la que, al modo de la derecha americana de Trump, se confronta con las corrientes progresistas, incorporadas al acervo de las sociedades europeas avanzadas, donde la derecha no cuestiona tales avances: los protege. Casado no está en esa honda, sino en la del nacionalcatolicismo español. Es lo que ha salido de la convención del PP, donde Sarkozy, condenado por corrupción, y Vargas Llosa, que no gana ni una de sus apuestas políticas (casi garantía de que Casado no llegará a la Moncloa), además de aparecer en los «papeles de Pandora», han sido las estrellas invitadas.

¿Que será capaz de hacer Inés Arrimadas? ¿Sabrá Ciudadanos zafarse del abrazo vampírico con el que el PP lo está electoralmente desangrando? Es difícil, muy difícil, pero no tiene otra si desea sobrevivir. Valencia, Casado, la deriva extremista del PP, le conceden una insospechada oportunidad, de emanciparse de hallar espacio en el mapa político español, el que tuvo en su mano obtenerlo sólidamente Albert Rivera, incapaz de encerrar bajo siete llaves su ideología tan a la derecha como la que viste Casado. Rivera no era líder para un partido liberal. Inés Arrimadas sigue sin demostrarlo. Valencia es la postrera oportunidad, llena de obstáculos; la única de aquí a las elecciones de 2023. Parece que se impone ruptura con el PP, aunque lleve aparejada elecciones en Andalucía y Castilla-León, eso y que se dibuje que Ciudadanos es un partido liberal, progresista, ajeno a los convolutos con Vox, que execre al PP su alianza con la extrema derecha. Mucha tarea para partido que sangra por los cuatro costados, para una Arrimadas desbordada.

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