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Juan José Company Orell

Corrección no binaria

Leo un sucedido en un ferrocarril del Reino Unido, en el que (aquí dudo pues no me atrevo a establecer un sustantivo de adecuada corrección dado el caso que nos ocupa) digamos que un ente humano que viajaba en uno de los vagones, denunció al conductor que al dirigirse a los pasajeros por el sistema de altavoces del convoy les saludó con un educado hasta ahora «Damas y Caballeros», alusión que el denunciante, creo que puedo recurrir a esa palabra sin temor, puesto que para nuestro diccionario es aquella persona que hace una denuncia ante los tribunales o ante la administración, hallo harto reprobable al considerar que su condición de NO BINARIO le dejaba fuera de los destinatarios del mensaje. De inmediato ha acudido a mi mente la escena de Una Noche en la Ópera, en la que Groucho Marx se dirige a la audiencia desde un palco y les dice «Damas y Caballeros, perdonen que les llame así pero no les conozco mucho», porque claro, cuando uno califica a sus oyentes o escuchantes de Damas o de Caballeros, puede estar incurriendo en grosera exageración, pero no se trataba del famoso gag sino que el referido, referida o «referide» se sintió no aludido sino eludido en aquella, hasta el momento, sumamente educada bienvenida, porque se hurtaba del saludo su auto proclamada condición de apátrida de género. Así que por lo visto se trata de un maltrato lingüístico por omisión.

Los pobrecitos británicos no tienen la ayuda de esa e final, tan asturiano él, a la que suelen recurrir los/las/les defensores/as/es, de la incluisividad verbal, así que no sé cómo se las van a arreglar en su actividad diaria para solucionar su entuerto, pero me imagino la reacción de un «pigmaliano» Profesor Higgins ante la tesitura de añadir una acepción más de su querido idioma a cada colectivo que se presentara ante su domicilio en el número 27A de Wimpole Street, seguramente nada constructiva ni pacífica, si consideramos su novelesco carácter.

Y es que ahora, por lo visto tanto en el anglosajón train car como en nuestro terruño, se trata de que todo colectivo, todo grupo, toda pertenencia deba ser no solo reconocida, respetada y considerada, de lo cual no cabe duda alguna en mi mente, no tanto por la pertenencia a colectivo alguno sino más bien porque sostengo la arcaica actitud de considerar que el individuo, sea cual sea su pertenencia o su condición, es siempre merecedor de respeto, pero es que además ahora también se la debe nombrar en cada ocasión en que se refiera a los colectivos básicos de damas y caballeros, aún cuando en algunos casos ello sea sobrevalorar en extremo a sus destinatarios. Claro que, si tal es, nos vamos a tropezar con un problema añadido, puesto que a otros colectivos deberemos otorgarles la misma condición de siempre citables, siempre reconocibles, siempre saludables, desde los socios del Collerense hasta los del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, pasando por la Asociación de Cazadores y Pescadores de Castilla y León, todos ellos colectivos específicos y concretos, y con los mismos derechos (supongo que no habrá controversia en ello) que el de los no binarios; así los saludo de bienvenida de los medios de transporte pueden durar varias horas, pues no podrá dejarse fuera del saludo a ningún colectivo que se precie si se quiere evitar protestas y denuncias por los injustamente olvidados en el saludo de marras.

Uno recuerda que el consejo de las madres, cuando sus vástagos volaban del nido para ir a estudiar fuera, se iban a trabajas a otra ciudad o acudían a la llamada de la Patria, aquel «hijo mío, no te signifiques», que era lo mismo que decir no te metas en líos; ahora por lo que se ve el péndulo viene en dirección contraria, ahora lo que viste es precisamente lo contrario, significarse aunque nadie esté interesado en el significado que nos podamos otorgar a nosotros mismos.

Todos pertenecemos a algún colectivo, a algún grupo distintivo, a alguna derivada social, personal, política o de género pero su no reconocimiento en los saludos de rigor o de mera urbanidad no debiera dar lugar a despliegues de absurda irritación, acusaciones de discriminación o a manifestaciones de sufrir una sorda violencia.

Es obvio que el ferroviario del mensaje del saludo cometió el craso error de no hacer una previa encuesta entre los viajeros de su tren tendente a conseguir la suficiente información para, en su saludo de bienvenida, no dejar fuera a ningún miembro, miembra, miembre de colectivo alguno. Y es que no nos podemos permitir tal estado de cosas. ¿A dónde vamos a llegar?

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