A diferencia de lo que ocurre con la física u otras ciencias basadas en la evidencia, los relatos e interpretaciones que subyacen a las ideologías políticas son susceptibles de construcciones poco necesitadas de anclaje en la realidad concreta de las cosas.

Estamos acostumbrados a que la defensa de la heterogeneidad de las identidades sexuales que llegan incluso a cuestionar su carácter binario (masculino-femenino) son parte del paquete ideológico del espectro político de izquierda.

Sin embargo, recientemente Vladimir Cerrón, un polémico neurocirujano considerado el cerebro gris, nunca mejor dicho, del ala de izquierda más radical del nuevo gobierno de Perú hizo sorprendentes declaraciones contra esa libertad.

Sus afirmaciones son una muestra del grado de creatividad que permiten los discursos que no están supeditados a las evidencias, como sí ocurre con la resistencia de un puente o con la carga que soporta la estructura de una casa. Cerrón utilizó conceptos anticapitalistas para criticar la libertad en la identidad sexual.

«Como hay un mercado virgen, que es el varón, donde todavía no se ha explotado la silicona, las cremas y todo eso, el capitalismo quiere entrar, y para eso necesita cambiar la mentalidad de las nuevas generaciones», declaró en una entrevista a los medios.

Este hecho sirve para destacar dos fenómenos de la psicología humana. Uno de ellos es que el elemento decisivo en la relación de los humanos con el entorno está más sujeto a lo verosímil que a la realidad material.

El lúcido autor Yuval Noah Harari en su libro Sapiens, que se transformó, con justicia en un bestseller internacional con más de diez millones de ejemplares vendidos, afirmó que lo que transformó al mono en hombre fue una mutación del cerebro que lo hizo capaz de alojar ficciones.

Los psicólogos vemos con frecuencia que hasta el delirio de un psicótico puede tener verosimilitud y cierta coherencia tomando, como hacen los ideólogos, ingredientes de aquí y de allá para sustentar una teoría política.

El otro ingrediente de la afirmación de Cerrón se manifiesta cuando menciona que la causa de la feminización de algunos hombres se debe a la tendencia del capitalismo a buscar mercados vírgenes que explotar. Algo así como lo que en biología se denomina nicho ecológico. Se trata de la tendencia de las especies a ocupar todo espacio aprovechable de un ecosistema del mismo modo que cualquier posibilidad susceptible de rentabilidad es aprovechada por la economía.

Lo cierto es que se trata de una característica inseparable de la condición humana a dar un significado al universo que la rodea. Ha sido así desde el animismo de las primeras organizaciones sociales hasta la exploración científica que investiga las leyes y la evolución de la naturaleza.

Esa es la razón por la que, no solo el capitalismo, como dice Cerrón en su ataque a la diversidad sexual, aprovecha cada nicho del que obtener rentabilidad, sino que eso es parte de la tendencia de la psicología humana a dar un sentido a la realidad.

El análisis de estos dos fenómenos permite un diagnóstico del discurso y de la intencionalidad del mencionado líder.

Por una parte, la posibilidad de jugar con los conceptos y relatos de los discursos que no están sujetos a evidencias, pone al descubierto que el discurso de Cerrón es puramente moralista, aunque como marxista se declare antirreligioso.

En síntesis, pretender explicar un fenómeno complejo como es la elección sexual como fruto de la tendencia del capitalismo a explotar nichos de rentabilidad, cuando la tendencia a dar significados a la realidad no es sino parte de una necesidad universal evidencia un sospechoso reduccionismo y una caprichosa e intencionada manipulación de conceptos.

No deja de ser inquietante pensar a cuantos de los discursos que nos rodean podría aplicarse este análisis, ya se trate de terraplanistas, negacionistas, conspiracionistas o exposiciones mucho mejor armadas con las que algunos líderes fundamentan sus posiciones.