Diario de Mallorca

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Mar Calpena

El lujo de la nostalgia

Recordar con cariño el pasado no es malo. Consuela.

Pero el veneno está en la dosis

En 1948 una joven Shirley Jackson publicó su cuento La lotería en ‘The New Yorker’. La lotería, uno de los clásicos de la literatura estadounidense del siglo XX, levantó un gran revuelo e innumerables cartas de protesta de los lectores, con alguna que otra suscripción cancelada. En él, un tranquilo villorrio se prepara para un ritual anual, en el que participan todos sus habitantes. El pueblo se nos describe como tranquilo, cohesionado y apacible, con habitantes simpáticos, ‘bona gent’ de manual. No es hasta el final que nos damos cuenta de que el premio del sorteo es la lapidación de uno de sus residentes a manos de sus vecinos.

Se pueden hacer muchas lecturas del cuento de Jackson, pero si optamos por la más política no podemos obviar que está escrito a caballo entre el Holocausto y el ‘McCarthysmo’. El ‘folk horror’ vuelve y vuelve, y nos fascinan las imágenes de Midsommar y The Wicker Man, en las que sectas paganas sacrifican incautos a exigentes dioses telúricos. Coexiste con este género otra especie de sacrificio cultural laico que satura librerías y televisiones, con glosas a la EGB, a la familia tradicional, a un pasado en el que nunca existió el terrorismo, ni el cierre de los astilleros, ni la heroína, y en el que a la violencia de género se llamaba «crimen pasional» y tus padres eran los Alcántara.

Recordar con cariño el pasado no es malo. Consuela. Pero el veneno está en la dosis, y un exceso de nostalgia puede hacernos creer, como decía Vázquez Montalbán, que «contra Franco vivíamos mejor», cuando solo éramos más jóvenes. En España, la ARMH estima que hay unas 3.000 fosas comunes con restos de represaliados de la Guerra Civil, la mayoría aún por exhumar. Otro literato que vivió un cambio de régimen, el alemán del Este Thomas Brussig, escribió que «los hombres afortunados tienen mala memoria y buenos recuerdos». Es de justicia, pues, recuperar la memoria histórica, para que las familias de quienes allí reposan, finalmente, un día puedan permitirse ellos también el consuelo de la nostalgia.

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