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Matías Vallés

Al Azar | Cospedal, procés en diferido

Dado que la repetición de un acontecimiento enjuga su potencial noticioso, la imputación de un líder del PP por cohecho no debería conmocionar al país. Ahora bien, se trata de María Dolores de Cospedal, y el propio magistrado Manuel García-Castellón se asombra de la implicación de la secretaria general de los populares en las sentinas de Bárcenas y Villarejo. Por ello, sorprende que los apadrinadores de la manifestación de Colón otorguen a la investigación de la exministra y señor un papel secundario, frente a los indultos de presos provincianos que llevan cuatro años en la cárcel y que nunca han gobernado España entera.

En principio, una imperiosa ministra de Defensa debería superar en atención a unos tristes consellers regionales, una secretaria general de un partido con 180 diputados tendría que aventajar en interés a los jerarcas de un grupo minúsculo. Máxime cuando Cospedal y señor han de responder sobre la utilización de fondos públicos para «la sustracción de pruebas de un procedimiento judicial». Emplear a policías en tareas contrarias a su función natural remite por fuerza a los GAL.

Cospedal se somete a su propio procés en diferido, con la misma dilación legendaria con la que tramitó el despido de Bárcenas. Sin embargo, la imputación de la todopoderosa dirigente del PP y señor no provocará manifestaciones, ni siquiera una leve reprimenda a Rajoy por la ligereza de sus designaciones y asignaciones de funciones policiales. Tanto la ultraderecha como Vox persiguen la exigencia clasista de pureza, que solo afecta a los demás. En realidad, el mayor crimen de la exministra consiste en encomendarse a Villarejo, por grande que fuera su deseo de emponzoñar la vida ciudadana. Y dado que la Audiencia Nacional ha encontrado numerosas iniciales de MD y señor (ILH), la imputada siempre puede recurrir al argumento infalible de su partido, «en el PP hay mucha gente que se llama Cospe».

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