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José Francisco Conrado de Villalonga

Reflexiones sobre el gobierno Sánchez-Iglesias

Las elecciones al Parlamento de la Comunidad de Madrid y el resultado obtenido por Díaz Ayuso sugieren un análisis sobre el porqué de los mismos. Está claro y vaya por delante que Ayuso ha conectado con la ciudadanía no solo de Madrid, sino también con mucha gente del resto de España que la hubiese votado con gusto. Sus mensajes simples y agudos, «libertad o comunismo», «España me debe una» (haber sacado a Iglesias del gobierno), su decisión de luchar contra la pandemia, sin destrozar empresas y empleo, su sencillez y su media sonrisa parecida a la de la Gioconda, han cautivado a unos votantes hartos de malos gestos, insultos, arrogancia y amenazas procedentes del Gobierno de España. Fue una lucha desigual, David contra Goliat y, eso también la favoreció.

La emergencia sanitaria y la ruina económica, la errática gestión de la epidemia desde la Moncloa, que podemos definir como auténtico caos pandémico, ha conducido a una pérdida de confianza en el gobierno y a un desgaste en la credibilidad que podía tener Sánchez. Sánchez tiene en su haber, durante sus dos años de gobierno, el haber desenterrado y paseado al general Franco, cuyo rédito es cuestionado. ¿A quien le importa este tema después de cuarenta años, a los jóvenes? La mayoría no sabe quién fue y a los no tan jóvenes no les ha aportado nada este macabro paseo. Lo que sí importa a quienes están en el mundo económico es ver la destrucción de empleo, el continuo cierre de empresas y el saber que en el año 2024 el déficit público estructural español cuadruplicará al alemán.

A esto se le añade el error político del gobierno de Sánchez-Iglesias de introducir en la vida de los españoles nuevamente el «gerracivilismo», tema que la mayoría desearía se olvidase de una vez por todas. La pelea a muerte entre los partidos políticos conduce a la conclusión de que les importa más resucitar la guerra civil que mantener la democracia. El revanchismo, fanatismo y sectarismo de la izquierda les hace creer que el problema español solo se puede solucionar con un enfrentamiento físico o instaurar una democracia bolivariana. El gran acontecimiento histórico de este país fue, para ellos, la guerra civil y si alguien se atreve a rechazar aquel desgraciado episodio es acusado de formar parte del régimen del 78 y de ser un facha. ¡Hasta aquí podíamos llegar!

Pablo Iglesias Turrión deja la política vencido por una mujer del pueblo con las ideas claras y buenas intenciones. Se va forrado, 5.316 euros mensuales de indemnización durante al menos dos años; ha pasado de un modesto piso en Vallecas a una mansión en la sierra madrileña. Su actitud política ha sido incompatible con un régimen de libertades y de convivencia. No ha llegado a ejercer de ministro de Derechos Sociales, en 15 meses no se ha ocupado de los ancianos, porque estaba muy afanado pactando con Bildu y ERC. Se ha enfrentado con el ministro de Justicia Campo, con Nadia Calviño, vicepresidenta económica y con M.ª Jesús Montero, ministra de Hacienda; por supuesto también con la Ministra de Defensa, Margarita Robles. Ha estado dando permanente «jaque» a la monarquía. Pero nos deja a su mujer, bien colocada, asunto incompatible en cualquier democracia europea. Este puede ser su balance político.

Su distinguida esposa Irene Montero, después de haber enchufado a su niñera como Secretaria de Estado, ha trabajado intensamente para machacar la lengua castellana, con la tolerancia de algún que otro ministro culto y de la propia Real Academia de la Lengua. Su dichoso «lenguaje inclusivo» que avergonzaría a cualquier alumno de gramática en el bachiller, ha sido su única preocupación. «Vosotras, vosotros, y vosotres», «niños, niñas, niñes», «todos, todas todes», «hijos, hijas e hijes», «niño, niña, niñe». Para esta vergüenza, para destrozar la lengua desde la ignorancia supina, el ministerio cuenta con un presupuesto de 491 millones de euros («eures»). Esta señora todavía no ha aprendido que existe unos preceptos académicos y que los sustantivos masculinos no solo se emplean para los individuos de ese sexo sino también para designar a todos los individuos de una especie sin distinción de sexo. En Francia que defienden su lengua con uñas y dientes esto no se toleraría, seria expulsada del gobierno por tamaña desfachatez. Solo un ejemplo, allí, en Francia, a una mujer que ejerce en medicina jamás se la llama doctora, siempre es doctor.

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