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Bernat Jofre

Dios salve al Rey... de sus forzados zalameros

Eugène Delacroix pintó en 1830 La Libertad guiando al pueblo. Cromáticamente muy intensa y con una gran profundidad en los personajes, la obra fue considerada en su momento el símbolo de la nueva Francia. La del moderno país que se imponía al absolutismo de Carlos X, el último rey Borbón francés. Fue adquirida por el nuevo soberano francés Luis Felipe I,de la casa Orleans. Como gesto de magnificencia del monarca galo hacia el pueblo que lo había aclamado como el príncipe liberal, éste lo regaló al Museo del Louvre, donde aún se puede contemplar. Tan sólo dieciocho años después, el rey que surgió de las barricadas prefirió abdicar antes que sostenerse en el poder mediante un más que probable baño de sangre. Quizás alguien debería tomar nota.

Hace unas semanas tuvo lugar en la Carrera de San Jerónimo el debate de investidura. Cualquier persona más o menos ilustrada no se hubiere preocupado exactamente por si Pedro Sánchez llegaría a ser proclamado Presidente o no. El motivo de inquietud de muchos y muchas era ver cómo algunos y algunas utilizaban una institución que es de todos para justificar un determinado grado de crispación y casi violencia. O sin el "casi": los altercados habidos este pasado octubre en Barcelona no fueron protagonizados tan sólo por separatistas.

Sin que sea una situación exactamente pareja, se puede estar dando el mismo caldo de cultivo en la España del siglo XXI que la Italia del primer tercio del XX. Ciudadanos, Partido Popular y sobremanera VOX están utilizando la misma estratagema que Mussolini ante Vittorio Emanuele III hace casi un siglo. Provocar la abdicación mediante la adulación no querida. Con la aquiescencia de una clase empresarial harta de burócratas y políticos, a los cuales culpaban de la parálisis estructural que vivía el país. Así las cosas, el menudo romañés fue sembrando malestar entre la población con un enemigo claro: el Partido Comunista. Al cual el rey tenía pánico. En muy poco tiempo, la estrategia de presión con actos rayanos en lo delictivo a la par proclamas vacías y patriotas inundó la Península Itálica. Derivando en la "Marcha sobre Roma". Que coronó al "fascio" como el único movimiento salvador de la nación... y condenó definitivamente a la dinastía de los Saboya como Casa Real italiana. Veinticinco años después, no había nación (tras la IIº Guerra Mundial, un conjunto de protectorados), ni irredentismo itálico ni monarca transalpino.

Afortunadamente, Pedro Sánchez no es Luigi Facta, el último Presidente del Gobierno ítalo antes de la dictadura fascista. Ni Felipe VI es tan voluble como el último soberano italiano. También - por suerte - Santiago Abascal o Pablo Casado no son tan carismáticos como Il Duce. Pero la estrategia es la misma: caído el Muro, hoy es Podemos y el inmigrante quienes centran los dardos de la ultraderecha española. Acompañados de una hiperventilación sin límites y no deseada en favor de la Familia Real y de la institución monárquica.

Zalamería en extremo forzada, sin demasiado sentido del ridículo por otra parte. Desde las corbatas verdes como complemento distintivo del grupo hasta las insignias con el emblema de la Corona en la solapa, pasando por forzados vivas en la tribuna de oradores en las Cortes o arengas en sus mítines. Apropiación gratuita, un tanto burda e innecesaria, además de peligrosa. No para la ciudadanía en sí, que seguirá haciendo su vida con o sin Rey. Sino para la Corona. El Rey puede estar en peligro, sí. Pero no por la amenaza que representan los palomos de la izquierda. Sino por ciertos halcones de la derecha.

Haría muy bien La Zarzuela en enviar los oportunos mensajes de sosiego. No fuere caso que tal adueñamiento institucional por parte de unos pocos acabara revirtiendo en un rechazo frontal por parte de muchos. Que, por cierto, es lo que podría estar pasando desde hace una década aproximadamente.

Muchas gracias. Y sí: viva el Rey. El de todos, no el de unos cuantos.

Acotación al artículo: como "ultraderecha" debemos englobar los tres partidos de la manifestación de plaza Colón. Restos del naufragio de Ciudadanos incluido. Desgraciadamente.

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