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Apuntillado en la cuneta

El varapalo judicial a Johnson agranda su descrédito y refuerza la prohibición de un Brexit duro

Cinco estocadas y un descabello. El castigo que diputados y jueces están propinando a Boris Johnson es tan crudo que su llegada al 10 de Downing Street parece remontarse siglos. Y, sin embargo, Johnson no tomó el relevo de Theresa May hasta el pasado 24 de julio y no compareció en los Comunes hasta el pasado día 3. Fecha fatídica desde la que ha sido asaeteado con la pérdida de la mayoría absoluta y del control de la agenda parlamentaria, la tramitación exprés de una ley que le prohíbe el Brexit duro y el rechazo a dos peticiones de adelanto electoral. Cinco puyazos entre el 3 y el 9 de septiembre. Sólo le faltaba, y le llegó ayer, el descabello del Tribunal Supremo, que lo deja listo para la puntilla en esa cuneta donde, aseguró hace tres semanas, preferiría morir antes que pedir una nueva prórroga del Brexit.

Johnson no es tonto, pero ha fabricado su carrera sobre una osadía inmoral que le ha situado al límite del juego democrático. En agosto se le ocurrió que la mejor manera de evitar que el Parlamento le torciese su voluntad de ejecutar el Brexit el 31 de octubre era cerrarlo. Desde el 10 de septiembre hasta el 14 de octubre, tres días antes de la reunión del Consejo Europeo en la que pretendía dejar sellada la salida, con o sin acuerdo. Sin embargo, el Supremo británico ha dictado por unanimidad que el intento de Johnson de silenciar al Parlamento es un "injustificable" y "extremo" ataque a los "fundamentos de la democracia" y lo ha declarado nulo.

La sentencia es histórica porque graba en mármol de vergüenza la voluntad autocrática de un primer ministro llamado Boris Johnson que ni siquiera fue elegido en las urnas. Pero no altera el camino que ha de recorrer el Brexit, porque los propios diputados ya habían reaccionado al desmán del felón en sólo cuatro días, del 3 al 6 de septiembre, con esas cinco mortíferas estocadas de inusitada eficacia urdidas por el líder laborista Corbyn con el apoyo del resto de la oposición y una veintena de rebeldes "tories".

De modo que, salvo sorpresa, habrán de cumplirse los plazos marcados por la ley contra el Brexit duro que Isabel II adornó con su rúbrica la víspera del cierre parlamentario. Johnson deberá presentar un acuerdo a los Comunes el 19 de octubre, al día siguiente del Consejo Europeo, o solicitar una prórroga, que, eso sí, puede ser denegada por la UE. Un extremo improbable que, con todo, no puede descartarse. Y una vez que esté claro que el 31 no se perpetrará un salto al despeñadero, la oposición mayoritaria aceptará al fin el adelanto electoral.

En ese camino bien balizado se alza, no obstante, una incógnita. ¿Pedirá Johnson la prórroga o preferirá dimitir para no tener que irse a morir a la cuneta? El "premier" asegura que no hará ni una ni otra cosa, porque conseguirá un acuerdo con la UE en el Consejo Europeo. Todo parece indicar, sin embargo, que ese pacto es improbable, por lo que mientras unos analistas apuestan por la dimisión, otros, conocedores de la osadía de Johnson, auguran que, sencillamente, se saltará a la torera la ley contra el Brexit duro.

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