Al Capone no sabía a qué se dedicaba su contable. El famoso benefactor de Chicago tampoco estaba licenciado en Ciencias Económicas, por lo que nunca debió ser condenado por delito fiscal. Aparcando la historia, ¿todos los contribuyentes que cumplimentan la declaración de la renta o que no se enfangan en sociedades delictivas poseen los "conocimientos especializados de fiscalidad" de que carece la inmaculada Cristina de Borbón, y que justifican la inocencia de la hermana del Rey según sus defensores públicos y privados?

Francamente, podemos prescindir de la enésima declaración de amor de Pedro Horrach a la Infanta. Por ceñirse a la lacerante "indefensión" que se le atribuye en la lacrimógena defensa del ministerio público, la hija y hermana de Reyes recibió la noticia de que se halla indefensa en su palacete suizo de 600 metros cuadrados, que a mediodía de ayer abandonó en un coche oficial con chófer a costa del contribuyente. Dos de los abogados defensores más caros de España, pagados por el procedimiento habitual, se encargaron de comunicarle que el fiscal Anticorrupción considera que se ha vulnerado su derecho a la defensa. Los "robagallinas" evocados por el presidente del Tribunal Supremo no pueden permitirse a los letrados Miquel Roca o Silva.

Ni siquiera los mallorquines en conjunto somos tan inocentes del caso Infanta como Cristina de Borbón, según el cuento de hadas del fiscal. Se introduce para ello en la ecuación al testaferro Urdangarin, que pagará por partida doble. Le corresponden nueve de los 18 años que se le piden, continúa la tradición de los plebeyos que han de sacrificarse por sus reyes. El balonmanista no inspira simpatía alguna, pero no engañó a su esposa porque Bonnie sabía perfectamente a qué subía al coche de Clyde, por citar una pareja carente de los "conocimientos especializados de fiscalidad" que son imprescindibles por lo visto para cometer un delito fiscal.

Camilo José Cela dictaminó que el amor es "un estado de imbecilidad", antes de caer en sus garras. Sin embargo, hasta el Nobel adjuntó la cautela de "afortunadamente transitorio". En el caso Infanta, el extravío del raciocinio de la hermana del Rey ante las evidentes dotes intelectuales de Urdangarin cede al comprobar que la hija se enriqueció a espuertas en el caso Infanta. Aparece en cada escalón de la trama, desde su vocalía como señuelo para atrapar a gobernantes del PP en el Instituto Nóos sinónimo de lucro. Y vaya si se ha lucrado. Además, la novicia fiscal se encargó de que la sociedad de piratería Aizoon se constituyera al cincuenta por ciento, para quedarse con la mitad de los ingresos. Mucha cautela para refugiarse ahora en la ignorancia suprema.

La devoción de Horrach le induce a lamentar que no se trate con "igualdad" a Su Alteza Real Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, una mujer sencilla desde su mismo nombre por no hablar de su condición ducal. El obnubilado fiscal olvida que la inofensiva criatura propició el fin del reinado de su padre con el caso Infanta. Además, la abdicación de Juan Carlos de Borbón supuso un ascenso de su hija en la sucesión al trono, del puesto séptimo al sexto. Tal vez se debería reevaluar la astucia supletoria de las personas sin "conocimientos especializados de fiscalidad". En otro detalle revelador, la Infanta firma antes que su marido todos los documentos conjuntos que aparecen en la trama corrupta, en clara contravención del tópico machista que otorga preeminencia al varón. Sin embargo, a la hora de responder judicialmente, se refugia en un segundo plano.

Quienes contemplaron ayer a las 13.00 el semblante de satisfacción cómplice de Miquel Roca al comentar el teórico escrito de acusación, quedan relevados de la necesidad de leer la apología de Cristina de Borbón a cargo de la fiscalía. No es de extrañar que el juez Castro y la Audiencia hayan destacado la sintonía argumental entre la defensa de hecho y la de derecho. Quienes presumimos de la experiencia de haber tenido a Horrach como acusador en una denuncia penal, no contamos con igual suerte, seguramente porque éramos mucho más villanos que la hermana del Rey beneficiada del saqueo millonario de las arcas públicas.

Roca anunció el pago inmediato de los 600 mil euros de calderilla con el aire de suficiencia de quien hubiera atendido con igual presteza un desembolso de seis millones o de sesenta. Sin duda, la Infanta se halla en estado de "indefensión". Si las defensas pública y privada de Cristina de Borbón dominaran la escenografía, hubieran arrojado los billetes devueltos por la hermana del Rey sobre la marabunta mediática congregada en torno a ellos.

Al acelerar la devolución de su lucrativa participación en el caso Infanta, la hermana del Rey presupone la culpabilidad de su marido. Un desconocido Horrach ha llegado a exonerar a Cristina de Borbón escribiendo que "firmar a ciegas actas de Juntas Generales, algo que la experiencia demuestra frecuente, no es un reflejo indiciario de cooperación en un hecho delictivo". Anticorrupción ha conseguido condenas de funcionarios por bastante menos, y debería aclarar si la pérdida de valor de la firma supone la eliminación de la falsedad documental a ciegas.

La inhibición es más peligrosa que la apresurada absolución de la fiscalía. El, pecado original de la imputación de la Infanta en el caso Infanta radica en el auto de la Audiencia de 2013, cuando suspende la imputación creando un clima de perplejidad jurídica. Tanto el tribunal ahora agredido por Horrach como el fiscal devuelven la pelota a Castro, obligado a resolver porque es el único operador judicial con cuajo suficiente para tomar decisiones incontrovertibles.

Mientras tanto, los ciudadanos sin "conocimientos especializados de fiscalidad" se preguntarán si la Infanta y su marido disfrutarán de las Navidades en La Zarzuela, de nuevo en condiciones de "igualdad" con los contribuyentes. Y el manoseado principio igualitario también debe explicar que se permita la residencia en Ginebra de un presunto delincuente al que el Estado pide 18 años de cárcel. La indefensión ciudadana.