En mitad de un tórrido agosto, el Señor de los Sueños ha venido para sacar a Netflix de sus peores pesadillas. A una semana de que se estrenara su primera temporada, Sandman ya es una de las series del verano. Y eso que todavía tenemos pendientes estrenos muy potentes en la competencia, como la precuela de Juego de Tronos en HBO o la versión Amazon de El Señor de los Anillos. Con el estreno de la cuarta temporada de Stranger Things y la llegada Sandman parece como si esos negros augurios por la pérdida de suscriptores hubieran quedado atrás. Dos pelotazos seguidos. Ahora es en la competencia (en HBO) donde se están viviendo días muy malos, con cancelaciones a mansalva, desaparición de series de producción propia del catálogo para ajustar presupuestos.

Adaptar Sandman no era una tarea fácil y podría haberse convertido en el peor de los desastres. Los cómics de Neil Gaiman están considerados como una de las mejores obras del noveno arte de la década de los noventa y había bastantes posibilidades de que se hiciera lo que se hiciera nadie quedara contento. Trasladar a la pequeña pantalla el abrumador imaginario del guionista y sus mundos oníricos podrían haber expuesto al osado que se atreviera al peor de los ridículos y dejarlo a merced del escarnio de furibundas hordas de haters. Afortunadamente el esfuerzo se ha superado con nota. Había precedentes de sobra que podían explicar el escepticismo. Ahí tenemos American Gods, adaptación de una novela de Gaiman, que tras una notable primera temporada en Amazon Prime, empezó a hacer aguas por todos lados en la segunda (cuando se marchó su showrunner Bryan Fuller) y se quedó sin final con su cancelación en la tercera. A pesar de que el propio Gaiman se implicó en las labores de producción también para Amazon, tampoco fue muy recibida Good Omens, basada en otra novela suya coescrita con Terry Pratchett (el creador de Mundodisco), aunque esta serie sigue en mi lista de pendientes.

Así que el hecho de que el propio Gaiman apadrinara la producción de su obra maestra para Netflix no era garantía de nada. Por este motivo ha sabido arroparse de otros veteranos autores, conocedores del medio televisivo, que le han ayudado a una más que digna adaptación. Por un lado tenemos a David S. Goyer, guionista de la trilogía de Batman a cargo de Christopher Nolan o de la película de culto Dark City, que bebe mucho de la mitología de Sandman; y por otro tenemos Allan Heimberg, productor y guionista que ha trabajado tanto para Marvel como para DC y ha intervenido en series como Anatomía de Grey y Sexo en Nueva York. La primera temporada de Sandman nos narra la trama de los 16 primeros números de los cómics publicados por Vertigo, el sello adulto de DC Cómics. La serie tuvo un total de 75 números, más algún especial. Lo que nos daría para unas cinco temporadas, que es el estándar de lo que suelen durar las series de Netflix. Aun no se ha anunciado la renovación para una segunda temporada, pero todo el mundo la da por segura.

Durante mucho tiempo, Sandman ha tenido la etiqueta de ser una obra inadaptable. Más que nada porque lo que se pretendía hacer con ella era una simple película, cuando eso de hacer largas sagas no se estilaba. Estaba claro que tener que condensar en un filme de dos horas miles de páginas con unas tramas tan densas como las relataba Gaiman abocaba cualquier intento a ser una mierda. Los años han dejado claro que la única manera de acometer esa titánica labor era hacer una serie o una saga de películas a lo Harry Potter para poder hacer algo con un mínimo de dignidad. Otro título de aquella época que había tenido la fama de inadaptable era Watchmen, La serie de Sandman hace lo mismo que hizo en su día Zack Snyder cuando llevó a la gran pantalla la obra de Alan Moore (que por cierto fue una de las personas que embarcó a Gaiman en la apasionante tarea de escribir cómics). Opta por la máxima fidelidad a la obra original y un respeto máximo por lo establecido por la pluma del escritor.

Sandman era la candidata perfecta para ser una gran serie. Como en las buenas series, cada historia puede disfrutarse de manera independiente, aunque nos encontramos ante un relato coral con un rico universo de personajes memorables que se va enriqueciendo episodio tras episodio. Esta norma parece aplicarse más en los seis primeros episodios, que nos dan el contexto de toda la trama. El protagonista es el Señor de los Sueños, que en el primer episodio pasa cien años apresado por un ocultista que le invocó por error cuando pretendía capturar a la Muerte para que le devolviera a su hijo. La trama arranca cuando Morfeo vuelve a la libertad y trata de recuperar el poder que ha perdido durante el siglo que ha pasado cautivo. Tom Sturridge encarna a Morfeo, vestido de negro y con el pelo a lo Robert Smith de The Cure.

Hay grandes historias durante este primer arco argumental, en el que se combinan las escenas más intimistas con otras mas místicos y oníricos. Hemos vivido grandes momentos en esta primera temporada. Esa trama en la que vemos cómo Morfeo se cita cada cien años en una taberna con un hombre que decidió renunciar a su mortalidad, el mismo episodio que nos había mostrado a la Muerte llevándose nuevas almas al otro mundo (la presencia de Muerte nos ha sabido a poco y queremos más)... El duelo con Lucifer (qué gran papel de villano hace Gwendoline Christie y no ese desaprovechado personaje del Capitán Phasma en Star Wars) ... El infierno que se desata en una cafetería donde todos los clientes se ven obligados a decir la verdad en un bucle que se va repitiendo. Los cuatro últimos episodios son menos independientes forman parte de una misma trama que nos deja todo preparado para que algunos de los enemigos de Morfeo salgan de las sombras y empiecen a salir a la luz. Gaiman recupera las fábulas y los cuentos de hadas para brindarnos esta pequeña joya, que disfrutarán tanto los amantes del cómic como aquellos que nunca los leyeron (aunque seguro que ahora se interesarán por ellos). Estamos en el prólogo de lo que promete ser una serie maravillosa.