Si la España rural y vaciada tuviese su propio presidente y pudiese gobernar frente a esa otra España urbanita y excesiva, ese sería sin duda Pedro Almodóvar. Tendría que ser él. No ya por mayorías absolutas ni nada de eso, sino por convicción propia. Él es un amante ferviente de los fantasmas consanguíneos, los correveidiles vecinales y los silencios sepulcrales. Su 'Volver' (2006) sería la Constitución de esa ficticia nación y, por qué no, el espejo de ese pellizco que sólo puede apreciarse en un pueblo: las noches frente a las hogueras, los cuchicheos a pie de puerta, las sobremesas de hora y pico, las llamadas a grito pelado… todo aquello que, en algún momento del presente, regresa con más fuerza que nunca y nos hace sentir un poquito más frágiles que hace un segundo. Esa idea de pertenencia es una constante en la producción del director manchego ('Julieta', 'Dolor y gloria', 'La piel que habito'…), incluso en aquellos títulos rodados en las grandes capitales. Pues añorar los orígenes es una guerra que, antes de nada, se libra en el pecho.

Ese proceso de ruralización de su obra, que hoy encuentra su máximo exponente en 'Madres paralelas' (2021), se ha extendido a otros tantos creadores. De hecho, podría decirse que es reflejo de la situación socio-cultural por la que atraviesa el país. Ese debate sobre los modos, los valores, las crisis o las épocas ha puesto el foco sobre otras formas de entender la realidad que nos rodea: cuestionar los epicentros está permitiendo a una buena tanda de novelistas, músicos o guionistas mostrar ese otro territorio que se enfrenta plano a plano a la ciudad. "Somos una generación que, por razones distintas, necesitamos mucho hablar desde la experiencia personal. Quizá, buscando la particularidad y la singularidad dentro de un mar de voces", sostiene Clara Roquet, directora de 'Libertad', una oda a la inocencia y los privilegios que llegará a las salas el 19 de noviembre. "Pasé los veranos de mi niñez en un pueblito de la Costa Brava y quería hablar desde ese punto porque lo conozco, me fascina y me intriga".

La memoria es el hilo conductor de este cine tan particular que, últimamente, campa a sus anchas en el terreno más autoral. El mejor ejemplo es Carla Simón, la cineasta catalana que cosechó 17 de premios con 'Verano 1993' (2017): su historia reflexiona, a través de la mirada de una niña de seis años, sobre la muerte y el complejo proceso de adopción. Todo ello salpicado por ese puntito nostálgico que los agostos en La Garrocha suponían para su artífice. Un sentimiento estacional que ha recuperado en 'Alcarrás' (2022), donde además plantea una discusión casi existencial: una familia dedicada a la cosecha del melocotón se enfrenta a la disyuntiva de continuar la estirpe o ceder al impulso de la modernidad. "En mi imaginario, estas villas son lugares donde la vida se detiene y el tiempo se suspende. Están cargados de significados. Las conocemos a fondo, entendemos sus dinámicas y creemos que algo de esa magia llega a la pantalla", subraya Roquet.

Carla Simón, en el rodaje de su película 'Alcarràs'. Lluís Tudela

'Secaderos' (2022), Rocío Mesa se suma a esta nueva tendencia. Gracias a las jovencísimas Vera y Nieves, compara la pasión de lo rural con la diversidad de lo urbano durante un verano en la Vega de Granada. Una confrontación que, lejos de parecer algo propio de la actualidad, encuentra en la literatura numerosas referencias: de Emilia Pardo Bazán o Ramón J. Sender a Julio Llamazares o María Sánchez. "Es curioso que, cuando parece que hemos atenuado algunos vínculos con los lugares, hayamos redescubierto este espacio literario", sostiene Daniel Gascón, autor de Un hípster en la 'España vacía' (2020), un libro sobre las andanzas de un Quijote posmoderno en un pueblo ficticio que acoge detalles de los que, en la realidad, marcaron al escritor: Camarena de la Sierra, Cantavieja, La Iglesuela del Cid, Urrea de Gaén…

"En esta evolución, ha sido importante 'La España vacía' (2016), de Sergio del Molino. Dio un nuevo nombre y revitalizó el imaginario. También ha ayudado la fragmentación política: ahora, estos territorios se han convertido en espacios de disputa", continúa Gascón. "Tal vez, ha predominado lo urbano en las últimas generaciones, pero de repente muchos han visto las posibilidades narrativas y la conexión emocional que tenemos con los pueblos… ya sea para dar una visión que combina el humor y la nostalgia como en 'Feria' (2020), de Ana Iris Simón, o convertirse en un espacio inquietante como en 'Un amor' (2020), de Sara Mesa". Una revelación artística que, además, ha coincidido con un periodo de emigración hacia las afueras: la crisis del coronavirus ha vuelto a idealizar con más o menos suerte la vida en el campo, dando a 'Panza de burro' (2020), de Andrea Abreu; 'Los asquerosos' (2018), de Santiago Lorenzo; o 'Canto yo y la montaña baila' (2019), de Irene Solà, una nueva lectura.

De Rozalén a Luz Casal

A nivel musical ha ocurrido algo similar. José Antonio Labordeta y Más Birras, por ejemplo, componían sobre la despoblación desde sonidos completamente opuestos. Esta distinción dio lugar al nacimiento de subgéneros tan debatidos como el rock rural o el agro-pop, en los que se mezclaban Julio Seijas o Bajoqueta con El Koala o Zapato Veloz. No obstante, es en el pop y en el folk donde más se ha cultivado esta mirada. "Los autores solemos recurrir a estos sitios porque siempre nos transmiten nuevas sensaciones. A mí, ahora, me ha llegado la necesidad de parar un segundo y echar la vista atrás para entender realmente quién soy", comenta Borja Mompó, líder de Modelo de Respuesta Polar. En su reciente debut homónimo en solitario, ha recogido claras referencias a su infancia en temas como 'Tratar de ser nadie'. "Llevaba años de huida hacia delante y, de repente, me he dado cuenta de que quizá estaba equivocado… En esa vuelta a los orígenes, he encontrado cosas muy bonitas. Entre ellas, inspiración". Y no es el único.

El día que Rozalén descubrió el destino de su tío abuelo Justo, el único soldado de la Quinta del Biberón de su pueblo que no regresó del frente, sintió uno de esos escalofríos que corta la respiración. Entonces, se percató de que semejante herida le acabaría susurrando una canción (Cuando el río suena…, 2017). Con esa misma emoción, aunque desde un enfoque diferente, Izaro escribió 'Mi canción para Elisa' ('Limones en invierno', 2020). "Cuenta la historia de un pequeño pueblo alavés que nacieron ocho hermanas que labraron las tierras después. Nació la primera. La llamaron la Felicidad y así, marcando el camino, llegaron todas las demás", canta con cierta melancolía. De igual modo, se han aventurado Lorena Álvarez ('La boda'), Jorge Marazu ('Catorce años atrás'), Virginia Maestro ('Mi raíz'), Rodrigo Cuevas ('Cesteiros')… referentes que han localizado en sus respectivas casas la chispa para hablar sin tapujos sobre vientos de levante, ropas tendidas, campanas ensordecedoras… y mucho amor.

¿Los pueblos llegarán a convertirse en un foco irradiador de Cultura comparable a las ciudades?

Clara Roquet. Estas ciudades han construido su aura y su imagen gracias a una acumulación de relatos y películas que acontecen allí, por la simple razón de que vive bastante gente y son visitadas cada año por más personas aún. Es imposible que eso pase en los pueblos: hay demasiados, son muy pequeños y cada cual tiene el suyo propio. Estos continuarán siendo singulares y seguiremos explorándolos en nuevos filmes.


Daniel Gascón. Los pueblos ya se han 'hipsterizado' mucho y allí conviven, de manera más clara que en otros lugares, lo tradicional y lo moderno. Un cambio grande a lo que recuerdo de mi infancia en ellos es que ahora el acceso a la información es más fácil. No obstante, luego resulta que vas a sitios y la conectividad es mala. O hay una brecha laboral de género grande. O existen pocas posibilidades de empleo para los jóvenes. El talento tiende a agruparse y las tendencias las seguirán marcando las ciudades.


Borja Mompó. Hace poco, un amigo me dijo algo que se me quedó grabado en la mente: "La gente moderna del mundo de la música está hoy en los pueblos". Y tiene toda la razón: lo más transgresor no tiene por qué concentrarse en la capital. Eso no quiere decir que Madrid ya no sea tan efervescente como antes, sino que los artistas han encontrado en sus orígenes otra forma de hacer y tocar canciones.