Francia fue subcampeona del mundo en 2006 (la final del cabezazo de Zidane a Materazzi), pero al Mundial siguiente llegó envuelta en un clima de tensión y polémica que acabarían por explotar del todo en pleno torneo. Fue una vergüenza nacional, como denunció la prensa gala.

La selección, de hecho, ya se había clasificado para el Mundial de 2010 gracias a un gol ilegal, una clara mano de Thierry Henry en la prórroga de la repesca ante Irlanda, un gol que el VAR –de haberse aplicado entonces- habría anulado sin ninguna duda.

Ya en Sudáfrica, los jugadores franceses reaccionaron con desagrado a unas palabras de la ministra de Deportes, Roselyn Bachelot, que criticó el excesivo lujo de las instalaciones de su hotel. “Les pido decencia a las autoridades del fútbol; estamos en tiempos de crisis”, dijo la ministra.

A la selección francesa la entrenaba un tipo especialmente peculiar: Raymond Domènech: hijo de emigrantes catalanes y casado con una periodista, había desarrollado una digna carrera como jugador y era un apasionado creyente del horóscopo, al punto de cambiar algunas alineaciones o estrategias en función del signo del zodiaco de uno u otro jugador. 

A Domènech se le criticaban muchas decisiones, como por ejemplo dejar fuera de la lista a Benzema o Nasri. En la concentración francesa había marejada: algunos jugadores, como Malouda o Henry, se sentían perjudicados por el sistema de juego.

Otros, como Evra, decían estar encantados. Entre Gourcuff y Anelka, por su parte, la conexión era nula; grave problema cuando se trataba del media punta y el delantero centro del equipo. 

Insultos al entrenador

Francia empata su primer partido del Mundial, 0-0 ante Uruguay. Pero lo peor sucede en el descanso del segundo partido, ante México, que Francia acabaría perdiendo 2-0, con dos goles encajados en la segunda parte. Domènech reprocha a Anelka una cuestión táctica y el delantero responde a las bravas. “Vete a tomar por el culo, sucio hijo de puta”. Anelka fue fulminantemente expulsado de la concentración.

Las palabras textuales de Anelka ocupan toda la portada del diario ‘L’Équipe’ del día siguiente. El escándalo ya es imparable. Los jugadores se ponen en huelga, en solidaridad con Anelka, y se niegan a entrenar durante un día.

(Años después, Domènech explicaría en su autobiografía que le pidió a Anelka más profundidad en ataque y el jugador le respondió exactamente, ‘maricón, haz el equipo tú solo, yo me largo’).

‘L’Équipe’ carga con dureza contra los jugadores: los acusa de malcriados. “Estos jugadores no merecen las lágrimas ni el enfado de la gente. También es necesario analizar el papel de Domènech, ahogado en su propio ego pero superado por el ego de sus jugadores”.

Un bomba en L'Équipe

El texto del prestigioso diario francés remata con una bomba: “Empieza a salir la verdad sobre el comportamiento de esos raperos de los suburbios, que han apartado a Gourcuff, un francés de clase media alta de un pueblo de la Bretaña”. 

La Francia multicolor que había ganado el Mundial en 1998 estalla en una cruel guerra interna: los jugadores se sienten acusados y a su vez, acusan a Gourcuff de filtrar información a ‘L’Équipe’

“Lo que está sucediendo con la selección es un desastre moral”, clama Nicolas Sarkozy, presidente francés, desde París. Sarkozy pide a su ministra de Deportes que intente reconducir la situación, ya totalmente fuera de control.

Los patrocinadores de la selección francesa rompen sus contratos y piden explicaciones: Crédit Agricole suspende su campaña. Le sigue la cadena de comida rápida Quick, que intenta retirar a toda prisa los carteles de Anelka sosteniendo una hamburguesa como si fuese la copa del mundo. 

Otra derrota para acabar

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El ambiente ya es insoportable cuando Francia se dispone a jugar su tercer partido: otra derrota (2-1) ante Sudáfrica. 

A su regreso a Francia, los jugadores son duramente criticados. Evra anuncia que los jugadores renuncian a todas las primas que habían pactado y Sarkozy recibe en el Eliseo a Henry: ese mismo día se manifestaban en París los sindicatos para protestar por el retraso en la edad de jubilación, y Sarkozy se había negado a recibir a los líderes sindicales.