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Mundial de Qatar

Messi descansa en Rosario tras la desenfrenada celebración en Buenos Aires

La estrella y los suyos han decidido refugiarse en la intimidad, pero en la ciudad de Buenos Aires siguen las discusiones sobre la fallida caravana de los campeones

Messi, junto a sus compañeros, en el autobús de la celebración al lado de un seguidor subido en un poste. Tomás Cuesta

Rosario está en paz por estas horas: Leo Messi, su hijo pródigo, el campeón del mundo y a estas alturas indiscutida deidad argentina, se encuentra en su casa, donde pasará las fiestas navideñas y el fin de año. El efecto residual de Qatar 2022 se ha sentido en una ciudad que ha sido sacudida por casi 280 asesinatos en lo que va del año. La violencia se relaciona con las disputas territoriales de bandas de narcotraficantes, cuyos soldaditos se pasean armados por las zonas más pobres vistiendo camisetas de la selección con el número 10 sobre las espaldas. El Mundial ha atenuado el ruido de los disparos.

El capitán llegó a la segunda ciudad argentina, ubicada unos 400 kilómetros al norte de la capital, acompañado de Ángel Di María y Paulo Dybala. Apenas aterrizó en un avión privado comenzó el sobresalto. Messi, con paciencia de un monje zen, saludó a todos los que salieron a su encuentro y le pidieron una foto. "Si hay algo que lo caracteriza, dentro de tantas cualidades, es su simpleza", dijo el diario rosarino 'La Capital'. El grito de "dale campeón" lo acompañó mientras se desplazaba con su automóvil a la urbanización donde suele alojarse cada vez que viene a Argentina.

"Estábamos un poco preocupados por lo que vimos en Buenos Aires. Pero el operativo de seguridad y la reserva en la información nos permitió que él llegue muy bien", dijo Juan Félix Rossetti, el administrador del Kentucky, como se conoce el barrio privado que La Pulga ha elegido como su lugar de descanso y encuentro con la familia.

¿Una nueva fiesta?

En este contexto, un rumor estremece a Rosario. El intendente de la ciudad, Pablo Javkin, le ofreció a Messi, Di María y Ángel Correa, también oriundo de la llamada 'Chicago argentina', la posibilidad de organizar una gran fiesta popular frente al histórico monumento a la Bandera, a orillas del río Paraná. Los jugadores no pudieron hacerlo en la capital debido al desborde de una multitud calculada en más de cuatro millones de personas.

Pasado el momento de alegría desenfrenada y también estupor, salió a luz una constatación: Messi y sus compañeros estuvieron en situación de riesgo mientras desfilaban en el techo del bus descapotable. No solo porque en una oportunidad debieron esquivar con reflejos de boxeadores un cable de alta tensión, sino por el momento en que dos hinchas desquiciados decidieron saltar desde un puente al vehículo que llevaba a los campeones. Uno de ellos cayó frente a ellos. El otro golpeó su cuerpo contra la carrocería y se desplomó en la ruta.

Messi y los suyos han decidido refugiarse en la intimidad, pero en la ciudad de Buenos Aires siguen las discusiones sobre la fallida caravana de los campeones. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, aseguró que los helicópteros que subieron a los jugadores estaban preparados de antemano porque se intuía que iba a ser imposible que el bus pudiera adentrarse en la zona aledaña al Obelisco, completamente abarrotada de hombres y mujeres en estado de éxtasis.

El Gobierno había al seleccionado el balcón de la sede del Ejecutivo para repetir, como lo hizo Diego Maradona en 1986, el saludo a los hinchas alborozados que se habían juntado, hombro a hombro, en la plaza de Mayo. Eso también se descartó por distintas razones. Una práctica, y la otra, por las misma reticencia de parte de los jugadores de involucrarse en una situación que pudiera ser interpretada en términos políticos. "Lo único fue que hice es hacerles saber que si querían venir tenían la Casa de Gobierno a disposición y ellos eligieron otra cosa", dijo el presidente Alberto Fernández, y subrayó: "El homenajeado no era el presidente de la nación sino los jugadores".

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