El árbitro inglés Kenneth George Aston (1915-2001) asistió en directo a dos de los partidos más duros de la historia de la Copa del Mundo.

El primero, en 1962, lo dirigió como árbitro: fue la llamada ‘batalla de Santiago’, entre Chile (país anfitrión) e Italia. Dos periodistas italianos habían calificado a Chile como país subdesarrollado y deprimente, y el partido ya se presumía tenso. 

Lo fue: hubo episodios de una violencia nunca antes vista en un partido del Mundial. El árbitro expulsó a dos jugadores italianos, Giorgio Ferrini y Mario David, en el primer tiempo. Ferrini se negó a abandonar el campo y tuvo que intervenir la policía chilena.

(En aquel tiempo no existían las tarjetas y las expulsiones eran decretadas a viva voz por el árbitro). Chile, que también se empleó con dureza, ganó 2-0 y la prensa chilena se vengó: ‘Subdesarrollados 2, Europeos 0’.

Wembley, escenario de un partido de máxima tensión

El segundo partido lo vio Aston desde el palco de Wembley, como representante arbitral de la FIFA: fue el Inglaterra-Argentina de cuartos de final de 1966.  

Lo pitó un alemán, Rudolf Kreitlein, incapaz de frenar el durísimo juego de Nobby Stiles, defensa inglés conocido por sus entradas más propias de un boxeador que de un futbolista. El argentino Antonio Rattin protestó al árbitro, quejándose de su tibieza, y fue expulsado. 

Años después, el árbitro confesó que había expulsado a Rattin por una curiosa razón. “No me gustó la forma en que me miró”.

Pero Rattin se negó a abandonar el campo: alegaba que no entendía las órdenes del árbitro alemán. Tardó quince minutos en salir del campo y cuando lo hizo, retorció con desdén el banderín de córner, que lucía la bandera británica. 

El partido acabó con victoria inglesa (1-0), enturbiado por la polémica y el cruce de acusaciones. Alf Ramsey, seleccionador inglés, llamó ‘animales’ a los argentinos y prohibió a sus jugadores intercambiarse la camiseta con los rivales. La FIFA llegó incluso a plantearse excluir a Argentina del Mundial de 1970.

Inspirado por un semáforo

Con todo ello en la cabeza, Ken Aston se fue a su casa. Cuenta la leyenda que estaba dándole vueltas a lo sucedido en Wembley cuando se detuvo en un semáforo, en Kensington High Street, y tuvo la ocurrencia de trasladar al fútbol ese código cromático –amarillo para una advertencia, rojo para una expulsión- para evitar malentendidos, superar barreras idiomáticas y que todo el mundo supiera qué estaba ocurriendo en el césped.

Habían nacido las tarjetas, que se estrenarían en el Mundial siguiente, el de 1970.