Los trastornos de conducta alimentaria se han convertido en la actualidad en uno de los problemas de salud mental con mayor impacto sanitario. Una problemática de la que alertan los expertos que está experimentando un incremento entre la población y aumento de casos en edades cada vez más tempranas, entre la adolescencia y la madurez.

Así lo confirmó ayer el presidente mundial de la Conferencia Internacional de Asociaciones de Dietética y coordinador de las jornadas, el doctor Giuseppe Russolillo, en el marco de la III International Nutrition Week, quien defendió el papel crucial del dietista-nutricionista para abordar junto a un equipo multidisciplinar este tipo de conductas para ayudar al paciente a cambiar sus actitudes y rutinas relacionadas con la comida, perder los miedos y establecer una relación emocional saludable con la comida e instaurar un patrón de alimentación sano.

Según datos de 2020, la Unidad de Investigación de la Escuela Universitaria ADEMA, más de la mitad de las mujeres y hombres de Baleares no consumen una alimentación cardiosaludable y llevan una vida sedentaria. Además, otro de los datos preocupantes se centra en la prevalencia de grasa corporal, que oscila entre el 47,8% mujeres y 51,8% hombres y el aumento de índices de obesidad entre la población infantil y adolescente.

Desde la Unidad de Investigación de ADEMA, el doctor Arturo López consideró «clave» implantar programas de prevención, educación y atención médica adecuados, donde «el dietista-nutricionista realice una evaluación, planifique una dieta personalizada, conciencie de la importancia de una alimentación saludable, realice un seguimiento de cerca del paciente y trabaje en equipo con otros profesionales de la salud como médicos, psicólogos y terapeutas, para abordar los efectos físicos, emocionales y conductuales».