El crucero Britannia estuvo a punto de ocasionar una catástrofe el pasado domingo en Palma. Con el monstruo a la deriva y abordando encima a un petrolero correctamente amarrado, desató el pánico entre los 3.500 pasajeros confinados en sus camarotes y en serio peligro.
Por si la amenaza para los cruceristas no fuera suficiente, la embestida del crucero dañó gravemente al muelle que abastece de combustible a la isla. Ha afectado al conjunto en un veinte por ciento, como en «su casa se ha derrumbado en un veinte por ciento». Quién paga los daños del Britannia, que exigirán la construcción de instalaciones de emergencia. Un negocio redondo.
Una vez calmadas las aguas y correspondientemente ocultadas las irresponsabilidades en que se pudo incurrir con notable riesgo para civiles, el día soleado de ayer aportaba la oportunidad ideal para pedir disculpas a los nativos, de parte de la presuntuosa industria crucerística que explota Mallorca sin beneficios apreciables. Aunque solo fuera por el jaque al suministro de combustible.
En lugar de dar explicaciones, se exigen nuevos atraques. A diferencia de las autoridades de todos los puertos del Mediterráneo, el Govern cree que los cruceros que espantan al turismo de calidad son beneficiosos. Y el conseller anuncia por ende que «cualquier turista que venga a esta tierra es bienvenido», igualito que Armengol y en el verano de las tres manadas violadoras. De momento.